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«Avanza, pues, en las honduras de tu espíritu, y descubrirás cada día nuevos horizontes, tierras vírgenes, ríos de inmaculada pureza, cielos antes no vistos, estrellas nuevas y nuevas constelaciones. Cuando la vida es honda, es poema de ritmo continuo y ondulante. No encadenes tu fondo eterno, que en el tiempo se desenvuelve, a fugitivos reflejos de él. Vive al día, en las olas del tiempo, pero asentado sobre tu roca viva, dentro del mar de la eternidad; el día en la eternidad, es la eternidad, es como debes vivir».

Para conseguir vivir la vida así de intensa, viva y apasionante, es necesario el silencio creador. D. Miguel de Unamuno lo expresó maravillosamente bien, «cuando la vida es honda». Sí, una vida honda, no superficial. Una vida vivida desde el crecimiento interior, con el necesario silencio inspirador para afrontar los grandes retos, obras y creaciones que deben anidar en toda alma humana. Siempre en sintonía con la verdad.

En política se debe también vivir así de fuerte. La verdadera política no es la creación continua de conciliábulos, contubernios y reuniones a media luz en insospechados recovecos de lúgubres tugurios de mala muerte. En política, como en la vida, hay que ir a plena luz del día, con la cara alta, la mirada limpia y el pecho descubierto. Sí, sí, lo demás no es política, es corrupción. Me dirán algunos que así te das una torta. Les contestaré que no, ni de lejos. Los ciudadanos intuyen la honradez. Por eso caen precipitadamente altas torres, poderosos gobiernos y conspicuos políticos. Los urdidores de esos conciliábulos suelen desvanecerse rápido, normalmente a la misma velocidad que ascienden. Les recomiendo vivamente ver la gran película «Más dura será la caída» de Mark Robson y protagonizada por Humphrey Bogart. Pudiera parecer en un principio que la película va de deporte, en este caso boxeo, pero nada más lejos de la realidad. Va de la vida, de lo de siempre, de poder y de dinero.

Para Aristóteles, la política es el arte de lo posible. Y en eso estamos en Baleares desde mayo de 2023, pero créanme si les digo que no está resultando fácil, seguro que lo intuyen. Algunos no quieren. No entienden que la política la hacen los animales de polis y logos, como dice el filósofo. Una polis libre donde sus ciudadanos se organizan para vivir mejor y ser más felices. Hacer política es algo sobre lo que nadie se puede desentender ni repudiar, al contrario de lo que piensan muchos. De hecho, los que más dicen pasar de la política son los que más la llevan a cabo, son, en definitiva, los más políticos.

Para los ciudadanos, la diferencia entre la eudaimonía y la subsistencia es notoria. No es igual vivir en una polis que educa en un marco de libertades donde es posible pensar autónomamente, que vivir en una sociedad donde se restringen las libertades y la libertad de pensamiento se considera un crimen.

El Papa San Juan XXIII, a quien no ha entendido casi nadie, fue un diplomático de la Santa Sede, no un párroco bueno y dócil. Su aspecto provocó mucha confusión entre quien analiza a las personas por su aspecto físico y no por su intelecto. Leer sus escritos, algo que, por supuesto, no han hecho sus más fieles partidarios, proporciona una información valiosísima de como conducirse en las altas esferas políticas y diplomáticas. No en vano tuvo que tomar posesión a toda prisa de la Nunciatura en París el 31 de diciembre de 1944 para así poder hacer el discurso, como decano del cuerpo diplomático, de 1 de enero de 1945 ante el nuevo Presidente de la recién liberada República francesa, el General Charles De Gaulle, y evitar así que lo pronunciara el segundo embajador más antiguo, precisamente en ese momento el de la URSS. Ejemplo claro de la finezza vaticana proyectada en este caso por el Papa Pio XII y ejecutada magistralmente por el Nuncio Roncalli, después, Juan XXIII. Dos hombres, no contrapuestos, sino que se entendieron a la perfección. No en vano se formaron los dos en la Pontificia Academia Eclesiástica, la escuela diplomática de la Santa Sede.

Fue precisamente a Juan XXIII, Nuncio Roncalli en París, cuando le preguntaron cuál era su secreto para triunfar en el mundo de la diplomacia. Sin inmutarse, respondió que decir siempre la verdad. Todos especulaban, ¿qué esconderían sus palabras? o ¿qué hábil y sutil estrategia diplomática anidaría en su mente? Sólo la verdad. Esa fue la clave de su éxito diplomático y estratégico en una Europa de finales de la II Guerra Mundial y posteriores años de posguerra. La futura Europa estaba en juego y el mundo cristiano tenía mucho que decir en esa reconstrucción.

La verdad es una hermosa dama que todos dicen amar, pero que en realidad prostituyen groseramente pensando, de modo ingenuo, que nadie se dará cuenta de que todo aquello que parecía amor es en realidad prostitución y corrupción. Es la que debemos proteger si nos queremos defender a nosotros mismos. Si queremos permanecer incorruptibles, inmaculados y dignos debemos, porque estamos obligados a ello, preservar la verdad más que nada en este mundo. La verdad está irremediablemente unida a lo auténtico, al bien y a la belleza.

No resulta ya muy difícil adivinar que la política balear deberá ejercer la finezza vaticana para poder hacer valer la esencia de los trascendentales que salvarán al mundo: Unum, Verum, Bonum, Pulchrum.

Nuestra obligación será ahora salvar Baleares, todo tiene un orden, también la política. Hoy toca las Illes Balears. Mañana veremos.