Aquellos artistas contados ahora
Comparto con José Carlos Llop la misma mallorquinidad que tanto nos inspira y que ha sumido en un cierto anonimato a quien sería un laureado escritor en otra patria. Comparto con él la omnipresencia de Jaime Gil de Biedma que se convierte tan a menudo en liturgia obligada. El poeta barcelonés fue inicialmente una imposición del COU introducido por el incombustible Jaume Llabrés (uno de los pocos gratos recuerdos de una realidad jesuítica que se desvanece como el Montesión que fue morada del santo que la mayoría de actuales mallorquines desconocen). Gil de Biedma se convirtió en maestro imprescindible gracias al prematuramente desaparecido Carles Sabater que murió en los camerinos tras el concierto de aquella fatídica noche de 13 de febrero de 1999. Tenía 36 años. En otros artículos ya han aparecido Llop, Sabater y Gil de Biedma pero lo que ahora los une es que nuestro excelso escritor ha criticado en el digital The Objective una serie sobre su admirado Leonard Cohen y yo haré lo propio con el No espereu res de mi que se puede ver en Youtube. Ni a Llop ni a mi nos ha gustado cómo se refleja la luz, el talento, la trayectoria y las vivencias de dos cantantes que han tenido la suerte de influenciar y permanecer en una generación que avanza velozmente en edad. Quiero destacar de su texto -como siempre fino y punzante- un pensamiento que podríamos aplicar a cualquiera de nuestras islas: «Hydra, desde luego, luce como relucen todos los lugares que han sido refugio de artistas y el tiempo y la codicia por poseer incluso lo que no se entiende los convierten en balnearios para adinerados. Un decorado vaciado de su genius loci, de su espíritu también.» Ojalá solamente se vaciaran los lugares que nos envuelven, pero los primeros que han mudado su esencia en estos tiempos modernos somos nosotros. El olvido y la reinterpretación de lo que fue se están extendiendo sin respetar a nuestros admirados artistas, aquellos que soñamos ser, que todavía nos acompañan. El flaneur que tan bien ha descrito Palma sentencia que la serie So long, Marianne quedará como un hito menor en esa competición por hacer el ridículo y dejar ridículos a sus protagonistas. Sobre el documental del cantante catalán puedo expresar el mismo malestar pues nos deja una visión totalmente distorsionada de un comunicador cercano y extraordinario, además de insultantemente carismático, frente al hombre sumido en la debilidad y la depresión que no recuerdo en ninguna de las ocasiones que pude encontrar y entrevistar a Carles Sabater. Los tiempos modernos reemplazan y no saben respetar a aquellos que son referentes, van borrando su verdad amparando el relato en lo que ahora prima e interesa. Todos pertenecemos a una época y deberíamos sopesar a quienes encumbramos porque sustituyen a otros. El recuerdo puede y debe ser tan poderoso como el presente y lo que somos también se nutre de terceros que saben contar lo que han visto o escuchado; a veces con acierto y otras no.
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