Cae la noche y en la calle Greco, a la altura del bloque del número
11, junto al descampado del colegio de Son Rullán, deambulan entre
sombras toxicómanos ávidos de su dosis. Se agazapan entre la escasa
maleza o apoyan sus cuerpos castigados contra la pared. Luego, con
el pinchazo, llega el «éxtasis». La secuencia se repite en aquel
enclave palmesano próximo a la calle Aragón con demasiada
frecuencia y ahora los vecinos, hartos de vivir atemorizados,
claman soluciones.
«La imagen de la calle es lamentable; hay jeringuillas por todos
lados, coches abandonados, preservativos, desperdicios, gatos
muertos y pasear por aquí es un auténtico peligro», comenta
Engracia García, una de las vecina del bloque 11 que se ha erigido
en portavoz. El edificio, que es el más afectado porque da
directamente al descampado centro de la polémica, está compuesto
por 17 pisos. Hasta hace cuatro años pertenecía al Ibavi, pero en
aquella fecha cada inmueble fue adquirido por un propietario.
«Si desde algún tendedero cae ropa a la calle nos da pavor bajar
a buscarla porque nos arriesgamos a pincharnos con alguna
jeringuilla», relata otra de las afectadas. «Pagamos impuestos como
cualquier otra persona y lo mínimo que podemos pedir es vivir
seguros y que nuestra calle esté en condiciones», añade.
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