«Mi hija y mi nieto lo eran todo para mí, ahora no sé qué voy a
hacer». El empresario chino padre de Xu Weidi protagonizó en la
madrugada del jueves al viernes una dramática escena al
precipitarse sobre la furgoneta de la empresaria funeraria y
aferrarse entre lágrimas al saco que contenía los restos de la
pintora.
El hombre, que hace diez años se estableció en Porto Cristo
montando un restaurante chino, explicó los dramáticos
acontecimientos que llevaron al hallazgo de los dos cadáveres: «Mi
hija siempre acudía al negocio entre las diez y las diez y media de
la noche. A las once y media hablé con mi mujer y decidimos llamar
a la casa, preocupados. No cogía el teléfono e insistí varias
veces». El empresario, entonces, decidió coger su coche y llegar
hasta el edificio de la calle Concepción. Allí vio el turismo de Xu
en el aparcamiento y subió por la escalera principal hasta el
primer piso: «Comencé a ver sangre por todo y me asusté muchísimo.
Pedí socorro a gritos, pero no podía llamar a la policía porque no
sabía el número de teléfono».
El señor Weidi permaneció de las doce de la medianoche hasta las
cinco de la madrugada sentado en la escalera de la entrada al
edificio, conmocionado y repitiendo hasta la saciedad cómo se
habían sucedido los acontecimientos. El hombre se mostró también
muy preocupado por su esposa, que quedó ingresada en el Hospital de
Manacor por una crisis de histeria, pero fue «tranquilizado» por
una agente de policía que permaneció junto a él toda la noche: «Si
está en el hospital, estará atendida», fue toda la respuesta que
recibió.
El dueño del restaurante chino se presentó al día siguiente, a
las diez de la mañana, en la Comisaría de Manacor y reiteró sus
manifestaciones anteriores. Weidi, que ayer era un hombre roto,
aseguró que su hija había recibido, en más de una ocasión, cartas
amenazadoras y que el autor de esas misivas era la misma persona
que acabó con su vida y con la del pequeño.
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