Vivía consumido por los celos y el miércoles por la tarde, al ver
que su novia iba a cruzar el umbral de su casa para no volver,
enloqueció. Stephan Studtill disparó cinco veces contra el pecho de
su compañera y se reservó la última bala del revólver 357 Mágnum.
Cuando pensó que Dagmar Bork estaba herida de muerte se voló la
tapa de los sesos. La pequeña localidad de Moscari, de apenas 250
vecinos, ha sufrido uno de sus episodios más traumáticos. Jaume,
uno de los residentes, reflejó ayer esta situación: «Aquí todos nos
conocemos y no pensábamos que pudiera ocurrir algo así; ha sido una
auténtica conmoción». Stephan compró hace unos ocho años una casa
de dos plantas, de típica construcción mallorquina, en la calle
Campanet número 13. Cuando llegó al pueblo estaba casado y tenía
dos hijos, pero luego se separó.
Viajaba con frecuencia a Alemania y dejaba a un vecino encargado
de alimentar a sus perros, los mismos que el miércoles no dejaban
de ladrar al escuchar las detonaciones. Tras su divorcio pasaba
largas temporadas fuera de Moscari, pero tras enamorarse de nuevo,
de la joven que permanece en la UCI de Son Dureta, regresó al
pueblo. «Era extremadamente educado, aunque algo distante», recordó
ayer Bernat, otro lugareño.
Stephan se dedicaba a organizar excursiones para turistas en
vehículos todoterreno y conducía un lujoso coche Rover 75 con
matrícula germana. Hace poco más de un mes la relación que mantenía
con Dagmar, una comadrona de 25 años que había trabajado en centros
sanitarios de Manacor y últimamente de Sa Pobla, se deterioró
irremisiblemente. La joven, también germana, le acusaba de ser
extremadamente celoso y de hacerle la vida imposible.
Dagmar abandonó la casa y fue acogida por una amiga alemana que
vive en la calle Maria dels Dolors, a escasos 200 metros de la
primera vivienda. «Él seguía todavía enamorado y paseaba sus perros
cerca de la casa en donde ella se alojaba, para coincidir», contó
ayer la responsable del estanco, que añadió que Dagmar estaba
interesada en adquirir una vivienda en Moscari. El miércoles por la
tarde Stephan no aguantó la presión. No está demasiado claro si su
compañera acudió por iniciativa propia a la casa o fue él quién la
llamó por teléfono, tal y como apuntaban ayer algunos vecinos, pero
sea como fuere la comadrona se presentó en la que había sido su
vivienda hasta el mes de diciembre. Le comentó que no había marcha
atrás y cogió algunos enseres, ropa y unos papeles.
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