El número de heridos es de 33.000, según fuentes oficiales que
citó la agencia estatal PTI, 30.000 de ellos en el distrito de
Kutch, una zona desértica en la frontera con Pakistán, donde se
situó el epicentro del temblor. Hasta ayer los equipos de rescate
recuperaron 2.500 cadáveres de entre las montañas de escombros a
que han quedado reducidos los edificios derribados por el seísmo,
que tuvo 6'9 grados en la escala de Ritcher y es el mayor de los
que ha sacudido la India en los últimos 50 años.
El primer ministro indio, Atal Bihari Vajpayee, se lamentó de
que siga sin saberse con exactitud el número de muertos, mientras
los responsables del socorro creen que se necesitarán varios días
para conocer la verdadera magnitud de la tragedia. Mientras tanto,
los equipos de salvamento, ayudados por unos 5.000 soldados,
continúan sin descanso las faenas de rescate en un ambiente de caos
y confusión, y entre las quejas de muchos afectados de que siguen
sin recibir ayuda. Los hospitales locales están abarrotados de
heridos y, aunque se utilizan los centros sanitarios militares, ha
habido quejas de que algunos damnificados fallecieron por falta de
asistencia médica. El Gobierno envió a la zona del seísmo
maquinaria para buscar posibles víctimas bajo los escombros de
cientos de viviendas que se derrumbaron y dejaron sepultadas a
miles de personas.
Muchos lugares siguen aislados y los ciudadanos sólo cuentan con
palas e incluso sus propias manos para buscar a las posibles
víctimas bajo los escombros, además de que a dificultar más el
rescate contribuyen los cortes de las líneas telefónicas y del
fluido eléctrico. Además, existe el temor de que se produzcan
nuevas sacudidas en las zonas ya devastadas por el seísmo. El
departamento sismológico del Centro para la Investigación Atómica
Bhabha, en Bombay, registró al menos 188 temblores desde el
devastador seísmo que sacudió este Estado el viernes. Muchos
ciudadanos pasaron la noche a la intemperie, desafiando los 7
grados centígrados de temperatura por temor a quedar sepultados por
nuevos temblores y otros a la espera de saber la suerte de sus
hijos enterrados bajo los escombros de sus colegios.
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