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Los forenses que participaron en el levantamiento del cadáver de Rocío Wanninkhof destacaron ayer, durante su intervención en la novena jornada del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Málaga, que el agresor empleó «una gran violencia y tuvo intención de causar un daño extremo». Los peritos, tras señalar a la sala que sus explicaciones se iban a acompañar con proyecciones, advirtieron de que algunas escenas podrían resultar «impactantes», sobre todo para los familiares, y que debían decirlo por si éstos querían ausentarse, aunque no lo hicieron.

Explicaron que el cuerpo presentaba diez puñaladas, ocho en la espalda y dos en el pecho, una de las cuales pudo dar en el corazón, así como que también hubo una primera lesión de intimidación en la parte facial, un puñetazo o un tortazo. Aseguraron que tantas lesiones agrupadas en la espalda determinan que la víctima tenía que estar inmovilizada y que la intención del agresor era acabar con su vida, y destacaron que empleó «una gran violencia» porque hubo heridas que dañaron los huesos, «y eso no es fácil», apostillaron los forenses.

Un experto en Psiquiatría Forense apuntó que el agresor tuvo «una pérdida de control de los impulsos, porque se produjo un acto repetitivo que indica una gran ofuscación», y que este comportamiento «es propio de crímenes pasionales, a los que antiguamente se les llamaba epilépticos, con mucho ensañamiento». El cadáver fue encontrado en estado de putrefacción.