Al menos 18 personas murieron ayer y otras 650 resultaron heridas
en la explosión de una planta petroquímica cerca de Toulouse, que
sembró el pánico entre la población y constituye el peor accidente
de este tipo en quince años en Francia. Entre los muertos hay
varios clientes de una tienda de electrodomésticos cercana a la
planta petroquímica AZF, dedicada a la producción de fertilizantes
y ubicada en un polígono industrial al sur de esa ciudad meridional
francesa. Un camionero español que estaba en la fábrica resultó
herido y fue hospitalizado. La Fiscalía de Toulouse ha abierto una
investigación judicial para determinar las causas de la
deflagración e indicó que de momento no privilegia ninguna
tesis.
El grupo petrolero TotalFinaElf, al que pertenece AZF, aseguró
que desconoce el origen de la explosión, aunque los primeros
informes hablaban de un error en la manipulación de productos
químicos de la planta, clasificada en la zona Seveso (de alto
riesgo químico para el medioambiente en caso de accidente). También
el primer ministro francés, Lionel Jospin, quien acudió a la
capital del departamento de Alta Garona, donde se halla su feudo
electoral de Cintegabelle, dijo que está en curso una investigación
para «establecer las causas de lo que es un accidente u otra
cosa».
La Justicia ha embargado las bandas informáticas de control de
la fábrica, a fin de saber por qué la explosión se produjo en un
área de almacenamiento de nitratos, que por causas que se
desconocen habían experimentado un aumento de temperatura. Las
instalaciones de la planta están devastadas, así como sus
alrededores, y varios grandes almacenes cercanos se han derrumbado.
También ha resultado afectada la vecina fábrica de la antigua
Sociedad Nacional de Pólvora y Explosivos (SNPE), que produce
combustible para el cohete espacial Ariane y donde decenas de
personas resultaron heridas, dos de ellas graves, así como los
vehículos aparcados en las proximidades.
En la zona de la explosión son visibles las consecuencias de lo
ocurrido: tierra, polvo, escombros y cristales cubren el suelo y
las estructuras de los edificios de AZF, donde en el momento de la
catástrofe había unos 400 trabajadores, son un verdadero amasijo.
Mientras, la ciudad recupera poco a poco la calma y parece alejarse
la amenaza de un peligro tóxico grave para la población a causa del
amoníaco emanado de la planta.
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