Son un largo centenar de grupos musicales de diversas tendencias y
estilos los que se reúnen periódicamente para ensayar. Lo hacen en
Palma, en lo que oficialmente tendrían que ser locales, pero eso es
mucho decir. En realidad son habitáculos más parecidos a celdas de
castigo de un campo de exterminio que a otra cosa. El problema es
que no hay nada más. Ni la Administración local ni la autonómica
han sabido dar respuesta hasta ahora al problema y ahí
están...viendo pasar el tiempo mientras hacen sonar sus acordes,
unos acordes que pueden ser los del triunfo, la miseria o, ¡ojalá
que no sea así!, los de la tragedia, como ocurrió en Madrid el
pasado mes.
Junto a la carretera de Sóller, a la altura del cruce de Son
Reus, está Son Bibiloni, junto a la «Casa Andaluza». Detrás hay una
enorme nave hecha de bobadillas y techos de uralita, que se ha
dividido en pequeños «locales» de unos 15 metros cuadrados de
superficie cada uno. El mismo dueño dirige otro «complejo» de
análogas características, situado en Son Pardo, muy distinto del
hipódromo. En total hay unos 160 habitáculos sin ventanas ni
ventilación ni agua y con el fluído eléctrico que se toma desde un
solo contador. Cada «local» se alquila por 20 mil pesetas mensuales
y están todos ocupados, incluso los hay que son compartidos. Los
contratos son verbales, en los pasillos no hay luz y existe un
permanente peligro de calentamiento del sistema eléctrico.
Hemos visitado los dos, llamémosles «complejos» y en una pared
encontramos escrito el número de un teléfono móvil, al que hay que
llamar si interesa alquilar uno de los «locales». Así que llamo y
hablo con Juan, que es el propietario y persona que, con su hijo,
se encarga de las gestiones. En principio el hombre se muestra
molesto al identificarme y explicarle de qué va la llamada «porque
si yo hoy cierro todo esto todos los grupos se quedarán sin un
lugar donde ensayar, y ellos serán los que saldrán perdiendo». El
caso es que el hombre tiene parte de razón, pero le digo que él
también perderá, si es cierto que tiene unos 150 cuartos que
alquila por 20 mil pesetas cada mes. «Esto son trasteros -contesta-
con techo de uralita, como es costumbre y normal, y yo los alquilo
para que tengan allí los aparatos musicales».
Al preguntarle por las graves deficiencias en la instalación
eléctrica y la falta de higiene, Juan responde que en muchos de los
casos «se trata de problemas que no puedo resolver porque algunos
de los chicos son vándalos. Los hay que se llevan sofás viejos al
trastero y todo tipo de trastos viejos. Dejan suciedad por todas
partes, y eso que hay contenedores. Con respecto a los aseos, si
están como están, es porque lo que no puedo hacer es arreglar cada
día los destrozos que ocasionan». «Todo eso hay que decirlo -añade
- y, también, que en ocasiones tengo que «perseguirles» para que
paguen, y en ocasiones hay quien ha tomado represalias y, por
ejemplo, el otro día me rayaron una furgoneta». El asunto es
polémico y la solución puede y tiene que venir de la
Administración. Así nos lo prometió un responsable de Cort.
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