Pero los días fueron transcurriendo y la incertidumbre se fue
apoderando primero de los padres y después de toda una sociedad
que, en los últimos años, ha visto cómo niños y niñas han muerto
asesinados. Por ello se movilizaron miles de policías, algunos
aplazaron sus vacaciones y centenares de voluntarios se unieron a
la búsqueda. Medios de comunicación ingleses y particulares
ofrecieron importantes cantidades de dinero como recompensa, para
cualquier pista que pudiera llevar al paradero de Jessica y de
Holly. Pero el silencio y la incertidumbre fue la única respuesta.
En sólo un par de días la policía recibió unas diez mil llamadas de
particulares que creían haber visto algo. Algunas de ellas se
trataron de comprobar y, de hecho, a principios de semana se excavó
en unos montículos cerca de Soham, donde un hombre dijo que allí
podía haber algo extraño. Pero de nuevo el fracaso y el volver a
empezar.
Todo el país se movilizó hasta que el viernes, después de una
serie de indagaciones, la policía contactó con el conserje y una
profesora del colegio donde acudían Jessica y Holly. La pareja
declaró primero en calidad de voluntaria pero finalmente quedó
detenida por el crimen.
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