El segundo piso está ubicado en el número 79 de esa concurrida
avenida palmesana. Se trata de una construcción antigua, levantada
en los años cincuenta, y que Ana Eva alquiló el año 2000 por un
módico precio. Por entonces la maestra todavía estaba unida
sentimentalmente a su novio «de toda la vida», del que los vecinos
guardan un grato recuerdo. Luego, la filóloga rompió la relación,
pero siguió viviendo sola en aquel inmueble donde entró por última
vez una madrugada del 21 de octubre de 2001. Cuando salió,
posiblemente ya lo hizo muerta. Ayer, Ultima Hora
visitó por primera vez aquel domicilio que puede esconder las
claves de un caso que ha movilizado a la sociedad mallorquina, y
que de seguir en esta línea podría esclarecerse en las próximas
semanas o meses.
El piso permaneció cerrado medio año y en abril,
aproximadamente, dos hombres lo alquilaron de nuevo. Los amigos de
la profesora estaban dispuestos a seguir pagando la renta mensual
con tal de que se quedara como ella lo dejó, sobre todo por si
aparecían pruebas. Sin embargo, la policía autorizó la operación y
desde entonces el segundo piso está de nuevo ocupado. El viernes
por la tarde, a las 16.00 horas, ocho agentes «especiales» se
presentaron en el inmueble y, provistos de cámaras y aparatos con
la más avanzada tecnología, iniciaron un registro que se prolongó
durante tres horas.
Sobre el suelo y las paredes arrojaron un líquido blanquecino y
luego, con disparos de «flash», buscaron restos de sangre, pelos o
indicios orgánicos. El inmueble tiene unos 100 metros cuadrados,
pero mal distribuidos, lo que le confiere un aspecto más agobiante.
En un angosto pasillo que conduce al comedor los agentes
encontraron cuatro «arañazos» por encima del rodapié, que fueron
analizados de forma meticulosa.
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