Arturo del Barrio es un apasionado de la velocidad: trabajaba en
una tienda de motos y, en sus ratos libres, pilotaba en el circuito
de Llucmajor. A sus 23 años, la vida le cambió el pasado 2 de
noviembre cuando el motor de la moto de un amigo le estalló en el
rostro y le desfiguró terriblemente. Perdió un ojo y le han tenido
que reconstruir el pómulo con placas de titanio. Ahora, su madre ha
denunciado que en las pistas dónde ocurrió el terrible accidente
«no hay ni ambulancias, ni sanitarios, ni siquiera un triste
botiquín» y que su hijo «pasó 20 minutos desangrándose en el suelo,
sin que nadie le auxiliara».
María de los Llanos, la progenitora, todavía no sale de su
asombro por cómo se desarrollaron los acontecimientos. Era el
primer domingo de noviembre y Arturo, tremendamente ilusionado,
acudió al circuito de Llucmajor para practicar su deporte favorito,
acompañado de unos amigos. No era la primera vez que lo hacía. El
requisito indispensable era pagar 15 euros en la entrada, y luego
podía dar vueltas por la pista, a bordo de una 'scooter' de 49
centímetros cúbicos. En un receso se acercó a la moto de un
compañero, que estaba carburando.
Todo fue tan rápido que Arturo no pudo ni reaccionar: el
embrague explotó y una pieza salió despedida contra el rostro del
joven, que se desplomó conmocionado y lleno de sangre. No sabía qué
había ocurrido, pero la hemorragia no cesaba y no había ningún
médico para ayudarle: «sus amigos tuvieron que taponarle la sangre
con unos trapos que había por ahí. La espera fue eterna y mi hijo
pensó que moriría», relata María, sin fuerzas siquiera para
indignarse.
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