La pista que ha permitido al EDOA (Equipo Delincuencia Organizada y
Antidroga) desmantelar a esta mafia colombiana del narcotráfico
saltó a principios de septiembre, y fue hábilmente utilizada por
los investigadores.
En esas fechas, tal y como adelantó ayer Ultima Hora, se tuvo
conocimiento de que un grupo de sudamericanos, sobre todo
colombianos, estaba introduciendo importantes cantidades de cocaína
en Can Picafort, Alcúdia, Pollença, Muro y sa Pobla. La sustancia,
de gran pureza, les llegaba por un «canal seguro» desde la
Península. El operativo, entonces, se puso en marcha y las
sospechas iniciales recayeron en un individuo colombiano «fichado»
por tráfico de drogas, llamado Gilver Q.R., de 32 años.
Los agentes Antidroga se esmeraron en seguirle sin que él se
diera cuenta, y durante semanas lo sometieron a una discreta
vigilancia que muy pronto dio sus frutos. Gilver mantenía una
estrecha relación con un cubano, Carlos G.S.Z., de 41 años, al que
suministraba droga. El caribeño y su compañera, Yadamira G.P., de
21, contactaban a su vez con pequeños 'camellos', para que se
encargaran de distribuir la cocaína por el norte de la Isla. La
investigación benemérita siguió avanzando y se averiguó que Miguel
T.S., de 36, y Antonio J.H.R., de 28, eran estas dos piezas que
faltaban en el 'puzzle'. Días después se constató que Gilver y
Carlos habían mantenido una entrevista con dos colombianos,
llegados expresamente a Mallorca para este cometido.
Se 'pincharon' teléfonos y se llegó a la conclusión, harto
evidente, de que se estaba ultimando una operación importante entre
dos bandas mafiosas. El objetivo, a partir de ese momento, fue
abortar el pase de droga y para conseguirlo era necesario saber
dónde se iba a realizar. El lugar elegido fue un hotel entre el
Coll den Rabassa y Can Pastilla, y la fecha el domingo a primera
hora.
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