La finca donde se registró el incendio está ubicada en la carretera
de Binissalem a Biniali, a unos 400 metros del cementerio. A las
diez y media de la mañana, aproximadamente, un payés de unos 70
años se encontraba quemando basura en una finca y de repente una
chispa saltó hasta unas balas de paja, ubicadas a unos 20
metros.
El fuego, entonces, se le fue de las manos y las balas de paja
quedaron envueltas en llamas, irremisiblemente. El encargado de la
finca, alarmado, empezó a arrojar agua con una manguera, pero el
fuego seguía avanzando y comprendió que no podía hacer nada por
contenerlo, por lo que decidió pedir ayuda. La Policía Local y tres
camiones de los bomberos de Inca acudieron rápidamente hasta el
pajar y comprobaron que las llamaradas eran de grandes dimensiones.
El payés, por su parte, había resultado con quemaduras leves en la
cara, ya que se había acercado demasiado al fuego, y además
presentaba dificultades respiratorias, debido al humo tóxico que
había inhalado. Así pues, fue acompañado hasta el Punto de
Asistencia Continuada (PAC) de Binissalem, donde los médicos le
aplicaron oxígeno y le practicaron unas curas para las quemaduras
leves. Su estado no era, en absoluto, preocupante, y tras recibir
el alta pudo regresar a la finca.
Las tareas de extinción, mientras tanto, se prolongaron durante
varias horas, ya que el fuego había calcinado o alcanzado unas 250
balas de paja. «En estos casos, lo más importante es separar y
abrir las balas, porque en el interior quedan rescoldos que son los
que luego reavivan el fuego», comentó uno de los bomberos. Por este
motivo, mientras unos efectivos utilizaban palas para mover la
paja, otros la rociaban con agua. El incendio, además, afectó a un
alternador y estuvo a punto de alcanzar a un tractor estacionado en
las proximidades, aunque el payés pudo retirarlo a tiempo y el
vehículo no sufrió daños.
A mediodía, la mayoría de los bomberos del parque de Inca que
habían actuado en los primeros momentos se marcharon de vuelta a su
base, pero permaneció en la finca un pequeño retén de guardia, para
evitar que el fuego se reavivara y cobrara de nuevo grandes
proporciones.
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