Los tres funcionarios asesinados por el agente son el cónsul de
Chile en Costa Rica, Cristhian Yusef, el secretario de la Embajada,
Roberto Nieto, y la secretaria, Rocío Sariego, también chilena. Los
siete restantes rehenes -tres chilenos, tres costarricense y una
nicaragüense, fueron llevados a un hospital para un chequeo
médico.
Los tres funcionarios chilenos fueron asesinados en el mismo
momento en que se produjo la toma de la Embajada, a las 15.45 hora
local del martes, mientras que el secuestrador se suicidó con su
arma reglamentaria poco antes de que una unidad especial de la
Fuerza Pública de Costa Rica entrara en la sede diplomática.
El policía Jiménez, que siempre había mostrado un ejemplar
comportamiento y gran disciplina según sus propios compañeros,
trabajaba en la sede diplomática chilena desde hacía cinco
años.
Fuentes policiales indicaron que posiblemente el origen de la
enajenación mental del agente de seguridad se debiera a la
notificación de su traslado a otro lugar, aunque estas fuentes
indicaron también que no hubo ninguna petición del secuestrador,
aunque se intentó entablar «contacto verbal» con él durante las
horas del suceso. En la negociación para convencerle de que se
entregara y pusiera fin a su acción participaron incluso su hijo,
su hija y su esposa.
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