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Doce personas perdieron ayer la vida y otras 158 resultaron heridas al descarrilar un tren a unos 170 kilómetros al sur de Manila, que transportaba cerca de 400 pasajeros.

La causa del suceso está todavía sin determinar, pero ya se culpa de la tragedia al robo de raíles del tendido y al exceso de velocidad.

El incidente ocurrió a las 3.30 hora local (19.30 GMT del jueves), todavía de noche, en una curva del tramo del ferrocarril junto a la localidad de Padre Burgos, en la provincia de Quezon.

El alcalde de Padre Burgos, Dominador Villena, declaró a EFE por teléfono que los heridos fueron internados en ambulatorios de la capital provincial, Lucena, y la vecina Pagbilao.

Entre las víctimas mortales hay dos niños, uno de ellos de un año de edad. Siete pasajeros fallecieron en el mismo barranco de doce metros adonde se despeñaron los cuatro últimos vagones de los ocho de este convoy y las demás muertes ocurrieron en el hospital.

El alcalde Villena opinó que, aunque todavía se investiga la causa, el descarrilamiento podría deberse al robo de parte de los raíles para venderlos como chatarra.

Este metal se paga el kilo a cuatro pesos filipinos, unos siete centavos de dólar o cinco céntimos de euro.