El cuadro médico de Silvia S. es casi normal y se ha recuperado de
sus lesiones en un tiempo récord. Otra cosa, en cambio, es su
disposición de ánimos: está adormecida, no habla y lo poco que ha
dicho hasta ahora es que no recuerda nada. Ayer fue examinada por
un psiquiatra y en breve recibirá tratamiento.
Las fuentes consultadas expresaron sus dudas sobre si Silvia S.
finge una amnesia repentina o si, por el contrario, está todavía
sumida en un estado de 'schock' que no le permite recordar lo que
sucedió a bordo del velero. Lo que sí está claro es que un paciente
normal habría recibido ya el alta médica. Silvia, en cambio,
permanece recluida en aquella habitación de Son Dureta, a la espera
de que la jueza Ana San José decida tomarle declaración. Cuando el
miércoles al mediodía la acusada ingresó en Son Dureta su estado
era gravísimo: presentaba profundos cortes en ambas muñecas, había
perdido muchísima sangre y tenía seccionados los nervios radiales.
Además, se había herido en el cuello. Si no llega a recibir
asistencia médica habría muerto de forma irremisible. La Policía
Judicial de la Guardia Civil, por su parte, ultimaba ayer el
informe sobre el crimen del Port d'Andratx. Una vez recogidas gran
cantidad de pruebas y tras entrevistarse con numerosos testigos, la
Benemérita ha llegado a la conclusión de que Silvia S. actuó con
premeditación, es decir, quería matar a su ex compañero y lo
planificó de esta manera. Un punto importante es determinar si la
herramienta utilizada para reventarle la cabeza a Gerth Möller la
trajo ella o si, en cambio, ya se encontraba en el velero. Si se
confirma que la adquirió Silvia, se reforzaría la hipótesis del
asesinato. El estilete con el que degolló al empresario si que
estaba en uno de los cajones de la embarcación, pero cuando le
cortó el cuello ya estaba muerto y, por ende, el arma homicida fue
la herramienta. Silvia y Gerth se ganaban la vida alquilando su
velero por 2.000 euros al día. Él era el patrón, y ella el
marinero. El carácter de ambos era reservado y no eran muy
sociables. Los que los trataban recuerdan que no les gustaban «ni
los niños ni los animales», y sólo se relacionaban con la comunidad
de alemanes del Port d'Andratx, que es muy numerosa. Su ruptura
sentimental precipitó los acontecimientos del martes.
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