Después de tres intensas jornadas, el juicio contra Sebastián Pol,
conocido como 'el sádico del ascensor', quedó ayer visto para
sentencia. Pol, para quien el fiscal pide 103 años de cárcel por 14
delitos de agresiones sexuales a menores y uno más a una mayor de
edad, volvió a pedir al tribunal la castración química, tal y como
hiciera en 1990, cuando ya fue condenado a 69 años de prisión por
otros 26 delitos sexuales cometidos entre 1985 y 1987.
«Quiero que se me haga la castración química lo más cerca de mi
provincia (...) he visto que Catalunya es uno de los sitios donde
se me podría someter a la castración, así podría estar cerca de mis
padres», comentó Pol, quien insistió en que no desea regresar a
Herrera de la Mancha (Ciudad Real).
En este sentido, su abogado defensor pidió también que se evite
su ingreso en esta prisión «porque sería hombre muerto», y pidió
asimismo que se le realice la castración química «porque su
estancia en prisión no ha servido para restablecerle sino para
empeorar sus condiciones».
La última jornada del juicio contó con la declaración del
psicólogo Javier Torres, quien señaló que Pol cuenta con un
cociente intelectual de 90, que representa una inteligencia
«normal». Al igual que los peritos, el psicólogo indicó que Pol
«puede distinguir entre lo bueno y lo malo». Torres comentó que el
acusado le dijo que sufría una fijación hacia la ropa interior
femenina, aunque explicó que en la cárcel «tenía esas fantasías
controladas porque no las llevaba a cabo».
La fiscal mantuvo la petición de condena de 103 años de cárcel
para Pol y afirmó que, tal y como afirmaron los peritos, Pol no
padece ningún trastorno de la personalidad y que no se puede
apreciar ninguna circunstancia atenunante.
El abogado de Pol, Juan Carlos Rebassa, reconoció 10 de los 15
hechos que se le imputan a su acusado, aunque no como agresiones
sino como abusos sexuales, menos castigados penalmente.
Rebassa insistió en que a su defendido se le han imputado más
casos de los que cometió y recordó que tras su detención en el año
2003 se le llegó a acusar de hasta 34 agresiones sexuales en Palma
y que aún no han sido resueltas. «Tiene que haber alguien más que
está actuando», comentó el abogado. El letrado también criticó la
declaración de los peritos y el psicólogo, que tildó de «esquivas».
«No entiendo que comenten que la excitación al ver niñas pequeñas
sea normal, o que negaran que mi defendido padeciese trastornos de
parafilia», indicó. El caso quedó visto para sentencia.
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