Amplias zonas de Canyamel se asemejan a paisajes lunares. Foto: JOSEP MARIA SASTRE

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Los elementos se confabularon ayer en Canyamel en contra de las brigadas forestales que luchan desde el viernes contra el primer gran incendio forestal del año. Cambios de viento, piñas que explosionaban en llamas, y un terreno muy caliente, donde se sucedían los rebrotes, fue el escenario que se encontraron los equipos desplazados a Capdepera. El resultado no pudo ser más desalentador: el siniestro seguía a media tarde sin poder ser controlado y había consumido más hectáreas de pinar y monte bajo. Al cierre de esta edición, las espectativas eran más positivas.

La noche fue larga para los efectivos del retén de guardia que permanecieron en sa Font de sa Cala y las proximidades. La superficie quemada era muy amplia y, por ende, las zonas a vigilar eran también muy extensas. Por la mañana, en cambio, parecía que se recobraba el control sobre la situación. A las 15.00 horas las esperanzas se esfumaron de golpe. El viento sopló en otra dirección y de algunos parajes surgieron otra vez llamas. «La montaña está muy caliente, hace mucho calor y por nada hay rebrotes», contó uno de los bomberos que participó en el operativo de ayer.

La preocupación se acentuó cuando el fuego descontrolado se dirigió, de nuevo, a una zona de chalets habitados. Tres helicópteros y dos aviones Air Tractor sobrevolaron la zona, arrojando descargas continuas, hasta que el riesgo pasó. Al menos de forma momentánea. «Algunas piñas salen despedidas en llamas, y caen en zonas donde no había fuego. La situación es complicada», reconoció a media tarde otro portavoz.