Sudaba, caminaba renqueante y repetía frases contra su novia: «Me
ha hecho mucho daño». Y no se refería a una herida sentimental. Un
turista detenido en un hotel de Llevant por golpear a su compañera
llevaba un vibrador de 20 centímetros en el ano y, abochornado, no
quiso contar nada hasta que fue tarde. Tuvo que ser operado de
urgencia, con una hemorragia, y ahora se recupera de su accidentada
noche loca.
El veraneante, de una treintena de años, y su compañera, un poco
más joven que él, llegaron la semana pasada a Mallorca. Se alojaron
en un hotel de Llevant y en la madrugada del lunes comenzaron una
serie de juegos eróticos en su habitación que, a la postre,
acabarían en desastre. El varón accedió, de forma voluntaria, a que
la chica le introdujera un vibrador a pilas de 20 centímetros, pero
a su compañera se le fue la mano y el aparato se deslizó más de lo
deseado. Tanto que desapareció. A partir de ahí comenzó su
martirio. Intentó, de forma desesperada, sacarse la verga de
plástico y no pudo. Su nerviosismo fue en aumento. Se encontraba
cada vez peor y llegó a comentar lo ocurrido con otros compatriotas
de las habitaciones vecinas, que se tomaron la noticia a guasa y
encima le hicieron mofa. Lo que le faltaba. El turista no pudo
pegar ojo en toda la noche y bebió grandes cantidades de aceite,
pensando que tendría un efecto laxante y expulsaría aquel cuerpo
que lo estaba atormentando. El tratamiento no dio resultado y con
las primeras luces del día la desesperación del hombre sodomizado
se convirtió en ira hacia la causante de todos sus males. Su
compañera había pasado la larga noche a su lado, intentado
consolarle. No sabía qué hacer y su novio, avergonzado, se negaba a
acudir a un hospital. Fue entonces cuando la emprendió a golpes
contra ella. Los gritos alertaron a otros turistas, y desde la
dirección del hotel se solicitó la presencia policial, para reducir
al maltratador.
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