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«Tenemos el caldo de cultivo necesario para que más adelante pueda haber algún incidente. Por eso no bajamos la guardia contra las tribus urbanas y hemos intensificado el control». Desde el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil lo tienen muy claro: Mallorca no es Madrid, ni Barcelona, y no hay bandas organizadas de 'Latin King', 'Ñetas' o 'cabezas rapadas'. No obstante, existen decenas de jóvenes ociosos -muchos de ellos inmigrantes- que sienten auténtica admiración por estas organizaciones y sus ideas están germinando. Se trata, desde el punto de vista policial, de desactivar a tiempo esa cuenta atrás. La reciente agresión por parte de un grupo de 'skins heads' a dos trabajadores marroquíes, en la calle palmesana de Marqués de la Fontsanta, ha destapado la existencia, marginal, de grupúsculos que se recrean en la violencia. En la zona de Gomila, por ejemplo, la Policía ha neutralizado a una banda de dominicanos que estaba «marcando» el territorio, es decir, que intentaba imponerse a la fuerza en aquella barriada. En el Polígono de Levante ha habido algunos incidentes con pandillas de ecuatorianos que atemorizaban a alumnos de colegios próximos. En Son Gotleu, la Soledad y s'Arenal también se han detectado grupos de jóvenes que lucen una estética similar a la de los 'Latin King' o los 'Ñetas' (pantalones anchos, camisetas deportivas, cadenas y pulseras de oro, gorra...), pero que de ningún modo pueden catalogarse como miembros de esas mafias.

Las brigadas de Información de la Jefatura Superior de Policía y de la Comandancia de Palma dedican numerosos efectivos a la investigación y control de esas asociaciones juveniles, para evitar que se descontrolen. En Cala Millor, por ejemplo, hay algunos seguidores de 'Latin King', pero no han instaurado un régimen del terror como hacen los auténticos pandilleros en Madrid o Barcelona. Se limitan a pequeños hurtos, importunar a las turistas o molestar a los vecinos. Nada en comparación con lo que pasa en las grandes ciudades, de momento. «La única receta que puede dar resultado, para el caso de las bandas de inmigrantes, es la integración. Si se sienten marginados y encima no tienen recursos, se dedicarán casi con seguridad a unirse y tratar de hacerse fuertes en calles y barriadas. Todavía estamos a tiempo y por eso se dedican muchos esfuerzos a controlar las tribus urbanas», refirió ayer un alto mando policial, experto en esta temática.

Pero las bandas callejeras no están necesariamente relacionadas con la inmigración. También hay grupos de pandilleros locales, como podrían ser los 'cabezas rapadas'. Ni su estética ni su ideología guardan relación con las otras tribus. En la década de los 90, en Palma, aparecieron numerosas pintadas 'ultras' (algunas relacionadas con aficionados al fútbol) y se registraron palizas a extranjeros (árabes, africanos...). La policía actuó con determinación y descabezó a estos grupúsculos. Sin embargo, todavía quedan neofascistas violentos y la agresión de la calle Marqués de la Fontsanta es una prueba de ello. Lo más llamativo de las bandas asentadas en las grandes capitales españolas es la fase de iniciación que deben pasar sus miembros. La «prueba del rey» de los 'Latin King' es muy ilustrativa: durante un minuto el aspirante recibe una paliza despiadada, atroz, y si soporta con dignidad los golpes pasa a formar parte del círculo próximo al cabecilla. Los Ñetas no son tan salvajes, en este sentido, y exigen al novato que cometa un delito, casi siempre un robo. Luego viene el juramento y, por último, ponen a prueba su fidelidad y discreción. Si pasan todas las fases, ya son miembros de pleno derecho de la banda. En el caso de ecuatorianos y colombianos, padecen un desarraigo tremendo. Lejos de su país, con sus costumbres que no son entendidas, y con un sentimiendo de inseguridad. Con los 'skins' nacionales, el problema es el odio que acumulan hacia ciertas razas. Niegan el Holocausto, persiguen a homosexuales y veneran al Tercer Reich.