El cuerpo sin vida del varón, de origen griego y nacionalizado
español, apareció en el aparcamiento del número 3 de la calle
Rodríguez de Arias, una travesía de Avenida Argentina, y la personó
que lo encontró, en medio de un gran charco de sangre, dio aviso
inmediato a la Policía. Una dotación del 091 confirmó el
fallecimiento y al poco tiempo el Grupo de Homicidios de la
Jefatura de Palma hizo su aparición en el garaje, que quedó
precintado. La víctima estaba tendida sobre la rampa, cerca de un
coche blanco al parecer de su propiedad. Tenía una pistola en una
de sus manos y se había volado la cabeza de un tiro, con un
orificio de entrada y otro de salida.
En un primer momento se especuló con que podía tratarse de un
crimen y que le habían colocado el arma en la mano para despistar.
Sin embargo, las pesquisas posteriores descartaron esta posibilidad
y se centraron en un suicidio. El juez Juan Ignacio Lope Sola,
titular del juzgado de instrucción número 2, acudió al garaje
acompañado de un médico forense y de una comisión judicial, y a las
dos de la tarde ordenó el levantamiento del cadáver.
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