La medida, que no tiene precedentes en Mallorca, supone un
considerable trastorno en el funcionamiento de aquel
acuartelamiento, ya que ahora todos los detenidos deben ser
trasladados a la Comandancia palmesana. De esta forma, se pierde un
tiempo muy valioso que además afecta a la seguridad ciudadana del
municipio. De hecho, los agentes que patrullan por aquellas calles
en la actualidad realizan continuos trayectos entre Palmanova y
Palma, custodiando a sospechosos.
El recinto, construido hace más de cuarenta años, cuenta con 130
metros cuadrados y su estado es lamentable. Hay ocho oficinas, dos
baños, zona de calabozos y un antiguo garaje reconvertido ahora en
despacho. Un pequeño trastero hace las veces de vestidor, junto a
unos 50.000 atestados que se acumulan desordenadamente. La oficina
del coordinador del Àrea de Prevención de la Delincuencia no supera
los cinco metros cuadrados y el exterior del cuartel, en una
céntrica calle de Palmanova, evidencia un estado ruinoso.
El asunto se agrava si se tiene en cuenta que el municipio es
uno de los más importantes en cuanto a intervenciones de la
Benemérita, sobre todo en los meses de verano. En la orden de
clausura del ministerio se detalle que el bochornoso estado de los
calabozos tiene un efecto psicológico en los detenidos, por lo que
no pueden seguir operativos.
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