Se dirigió hacia él gritando que no hiciera ruido y con inusitada violencia le estampó un pesado mortero de cocina en la cabeza. El muchacho se desplomó y comenzó a sangrar de forma abundante. A continuación corrió hacia la puerta de la entrada y bajó a la calle con desesperación, jadeando. Corrió unos 300 metros y se introdujo en un bar que encontró abierto. Los dueños se quedaron impactados al verlo lleno de sangre y en aquel estado de nerviosismo y el menor les pidió que llamaran por teléfono a la policía. Una patrulla se personó en el establecimiento y se entrevistó con la víctima, que seguía muy alterada. La sangre fluía sin cesar y lo evacuaron hasta un centro médico para atajar la hemorragia y comprobar el alcance de las lesiones craneales.
La relación entre madre e hijo está muy deteriorada, hasta el extremo de que el joven pasa más tiempo con una tía, para no coincidir con la progenitora. Ese día, por enésima vez, ambos discutieron. El zagal cerró una puerta con fuerza y la mujer, muy crispada, acabó por perder definitivamente los nervios.
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