Magdalena y su compañero se desplazaron a esa posesión invitados por el guardés. En total había cinco personas y a eso de las seis de la tarde Magdalena se quedó sola, mientras el resto salía a pasear. Se trata de una finca inmensa, con un caserón, pozo, aljibe y unos terrenos que se extienden cientos de hectáreas. Cuando la pareja de Magdalena y sus otros amigos regresaron ella ya no estaba y a pesar de que estuvieron buscándola y gritando su nombre ya no apareció. Cayó la noche y hasta el día siguiente, a primera hora, no se inició la búsqueda. Ayer se repitió el operativo, coordinado por el comandante del cuartel de la Guardia Civil de Esporlas. Un helicóptero del Cuerpo sobrevoló aquellos terrenos, pero al tratarse de una superficie arbolada su efectividad era relativa.
Perros adiestrados olisquearon por caminos y acantilados, mientras que los submarinistas de los GEAS descendieron al pozo y el aljibe, por si la señora había caído al interior. Los nietos de Magdalena y su compañero también participaron en la batida, que se prolongó todo el día. La mujer mide un metro y sesenta centímetros, es delgada, lleva el pelo corto y canoso, tiene los ojos grises y la piel morena. El día de su desaparición vestía con unos pantalones verdes y una bata de varios colores. Tras su visita a la finca de Son Roca, el domingo, debía regresar a su casa de Secar de la Real.
El jefe del operativo de ayer utilizó un mapa con cuadrantes para ir descartando las zonas que ya se habían rastreado. El grueso de los efectivos se centró en los aledaños de la finca, porque parece improbable que Magdalena se adentrara demasiado en el montaña. El principal riesgo es que hay algunos riscos y desniveles muy peligrosos. Hoy por la mañana, por tercer día, se echarán a la montaña en busca de la vecina de Secar de la Real, que al parecer sufría algunos problemas de memoria.
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