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Internet ha abierto diabólicas posibilidades para la delincuencia internacional. La Guardia Civil de Palmanova ha desarticulado una banda formada por griegos, rumanos y españoles que en un año colocó quince microcámaras en cajeros automáticos de Mallorca para grabar el número secreto de las tarjetas y duplicarlas.

El primer paso de la organización era buscar un cajero «atractivo», desde el punto de vista económico. Es decir, uno que estuviera instalado en una zona frecuentada por turistas y residentes de cierto nivel. Escogieron Portals, Bendinat y otros núcleos exclusivos y la segunda fase consistía en tomar fotografías desde el exterior.

Con las imágenes podían analizar minuciosamente el cajero y hacían una copia de la carcasa superior, que suele albergar publicidad bancaria. Se acercaban al bando con disimulo y desmontaban en segundos el frontal original, que cambiaban por una réplica que en el interior ocultaba una microcámara. La trampa ya estaba tendida.

Los clientes del cajero, ajenos al complot, lo utilizaban cándidamente, y la cámara grababa cuando tecleaban el número secreto de la tarjeta. En la boca del cajero también habían instalado un lector de franjas magnéticas, con lo que en minutos tenían el código secreto del usuario y una copia de la banda electrónica. El cliente en Portals, por ejemplo, ignoraba que veinte minutos después de sacar dinero en aquella sucursal una tarjeta idéntica a la suya veía la luz en Rumanía, Grecia o Italia. Internet permitía enviar todos aquellos datos secretos vía email. El paso final era igualmente espectacular.