El fallo explica que los hechos se produjeron el 11 de noviembre de 2003 en la casa del matrimonio. Ese día, la mujer explicó a su marido la intención de separarse. El hombre, ya de madrugada, se levantó y asfixió a la esposa mientras dormía y, por lo tanto, sin que pudiera defenderse. Después, «confundido y presa del pánico», se llevó a su hijo hasta casa de sus padres, donde pidió ayuda y se ofreció voluntario para ir hasta la comisaría de policía, donde confesó los hechos. El fallo valora «el modo de ejecución singularmente ruin empleado por el acusado para dar muerte a su esposa, cuando ésta se hallaba completamente desprevenida (...) y traicionando el principio de confianza propio de la relación parental».
Entre los puntos del fallo, el juez valora que el acusado no acudió a pedir ayuda a los familiares de la fallecida, que vivían en el mismo bloque donde residía la pareja.
El magistrado también estima la declaración de una amiga íntima y compañera de trabajo de la fallecida, la cual confirmó durante el juicio que el matrimonio estaba atravesando «una profunda crisis» y que Cecilia había tomado la firme decisión de separarse de su marido. La amiga declaró que esto ocurrió varios meses antes del crimen y tras un aborto. El hombre le respondió entonces que «si se separaba de él la iba a matar». El episodio se repitió muy poco antes del asesinato, cuando la mujer volvió a confesar a su amiga entre lágrimas que las amenazas se repetían, y que entonces «pasaba lo mismo, pero más grave».
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