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La Comisión de Investigación de Accidentes, de la Dirección General de Aviación Civil, ha emitido el informe sobre una avioneta que, la tarde del seis de abril de 2000, realizó un aterrizaje forzoso en el polígono de Can Valero, cerca de Son Moix y a escasos metros de una estación de transformación eléctrica, en Palma. La avioneta, que estaba ocupada por el comandante y dos alumnos pilotos, rozó las copas de unos pinos y posteriormente impactó contra el suelo con el morro, tren delantero y extremo del plano derecho. El informe añade que «después de rebotar varias veces se detuvo en una posición perpendicular al sentido de la marcha, apoyando la cola en una farola». Los tres ocupantes sufrieron traumatismos de carácter leve, que requirieron dos días de hospitalización.

Las conclusiones del informe son que «si bien el desencadenante final de este accidente fue la falta de combustible, la causa original se encuentra en una actuación incorrecta de la tripulación, que no efectuó la comprobación de la cantidad de combustible existente en los depósitos antes de iniciar el vuelo». «Además de ello - concluye el informe - cuando se agotó el combustible del depósito derecho, la tripulación calculó que el combustible remanente en el depósito izquierdo (según la indicación del aforador) era suficiente para llegar al aeropuerto de Son Bonet, a pesar de que eran conocedores de la poca fiabilidad de dicho aforador».

La aeronave había despegado del aeropuerto de Cuatro Vientos (Madrid) a las cuatro de la tarde, para su traslado al aeropuerto de Son Bonet, en el que tenía su base como avión escuela. Una vez en vuelo el piloto observó que un aforador de combustible marcaba más que el otro, por lo que efectuó un cálculo del combustible remanente, en el que llegó a la conclusión de que disponía de suficiente para llegar a Son Bonet o a Son Sant Joan, que era el aeropuerto alternativo en caso de emergencia. Pero a la altura de Portals Nous el motor comenzó a fallar, hasta que finalmente se paró y la aeronave comenzó a perder altura. El informe incluye un análisis en el que queda demostrado que entre los días 28 y 30 de marzo, una semana antes del accidente, se había efectuado una revisión que incluía pruebas en tierra y en vuelo, siendo todos los parámetros de motor normales. En la inspección visual de la aeronave no se observaron fugas de combustible y cuando se desmontaron las alas para su traslado al hangar se comprobó que los depósitos estaban vacíos, quedando un pequeño remanente en el carburador. También se señala que no existe constancia de que alguno de los tres tripulantes comprobara, antes de despegar, que los depósitos estaban llenos.