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EMILIO LÓPEZ VERDÚ
El acusado de estrangular con un cinturón a su mujer el pasado 25 de agosto de 2005 en su casa de es Vivero, en Palma, reconoció que actuó por los celos que tenía de su esposa, y que le habían llevado a un estado de depresión.

Gregorio G. declaró ayer a media mañana ante el Tribunal del Jurado que su esposa, María Josefa Rodríguez, «estaba las 24 horas del día en el ordenador hablando con otro señor». Según afirmó, «siempre estaba conectada; incluso cuando comíamos y alguien le enviaba un mensaje, sonaba un timbre en el ordenador y se levantaba corriendo para contestar».

El acusado contó que el día del crimen todo comenzó cuando descubrió que, en los tres teléfonos móviles de la mujer, «sólo tenía números de hombres». Ese día regresó del trabajo y se enfadó al ver que la mujer le había hecho una comida que no le gustaba. Después, a media tarde, cogió los teléfonos y en presencia de su hija borró las agendas por celos. A continuación se enfrentó con su mujer. «Le dije que no se iba a ir sin contarme la verdad», aseguró. Contó que ella iba vestida con un batín y quería cambiarse de ropa, pero él se lo impedía para que no se marchara. Cuando ella abrió el armario, él vio un cinturón negro y lo agarró.

«Yo cogí la correa y no sé lo que pasó, mi mujer se desmayó y yo también. Cuando me desperté tenía los pies encima de mi esposa y vi que ella no se movía». Por este motivo llamó por teléfono a la Policía Local. Sin embargo esta versión se contradice con las declaraciones de su propia hija hace un año, quien explicó que su padre se metió de repente en la habitación y estranguló a la madre sin que hubiese discusión alguna.