Un maletín marrón hallado en un coche fue la clave para que la policía destapara esta red, que tenía ramificaciones en Italia, Francia y Reino Unido. Uno de los acusados, Alexandre Cardoso, realizaba frecuentes viajes a estos países.
La policía siguió a Cardoso durante varios meses hasta que descubrió, en su coche, el mencionado maletín. En él guardaba carnets de conducir portugueses, pasaportes brasileños, cartas de identidad francesas, tarjetas de crédito, billetes de avión a Roma y Barcelona, certificados de empadronamiento y solicitudes de afiliación a la seguridad social.
Según la brigada de Extranjería, Cardoso y otro acusado, Rogerio Antonio de Freitas, eran los miembros principales de esta red.
La policía les detuvo y realizó varios registros en pisos de Palma, donde se halló toda una montaña de pruebas: contratos de trabajo, nóminas falsificadas, talonarios de cheques, ordenadores portátiles, impresoras de alta resolución digital, teléfonos móviles de última generación y otros documentos que probaban la magnitud de esta red.
El juicio se celebró en la sede de Miquel Santandreu, donde la precariedad de las instalaciones quedó de nuevo en evidencia. La vista oral tuvo lugar en una pequeña sala, y el personal de Penal 4 se vio obligado a mover bancos y sillas para poder alojar a los nueve abogados, sus 13 clientes y dos agentes de la policía.
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