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«Algo me dice que me van a intentar matar, que esto no se quedará aquí. Estoy seguro, tanto que ya he puesto la casa en venta. Mis hijos no vendrán más por Bahía Azul, porque temo que les pase algo también a ellos». Luis Aldoma Casteras es un piloto catalán de 41 años, que lleva más de veinte afincado en Mallorca. El martes, Ultima Hora adelantó que había sido salvajemente agredido por un vecino, que estaba siendo buscado por la Guardia Civil y la Policía Local. Ayer, la víctima, tras salir del hospital y todavía con severas secuelas, relató lo que él considera «un intento de asesinato», que además fue grabado por una cámara fotográfica digital.

Los problemas entre Luis y sus vecinos alemanes se remontan a hace muchos meses. En una ocasión descubrió que le habían conectado el agua a su contador, por lo que le llegaban facturas muy elevadas. Luego se quejó por unas obras supuestamente ilegales en la casa de su vecino y el asunto se agravó. «Me cortaba el agua cada dos por tres, para putear y también me denunció porque cuando yo regaba el agua llegaba a la calle. Era una situación ridícula, pero el viernes ya pasó a convertirse en una pesadilla para mí y mi familia».

Ese día el vecino alemán, supuestamente, agredió al hijo del piloto. Dos días después, el domingo, la tomó de nuevo con su hijo de seis años, que sufrió una herida incisa en el estómago ocasionada por un objeto punzante. La relación entre los dos dueños del pareado de la calle Marte se tornó imposible y el lunes por la mañana estalló.

El piloto catalán decidió ir por la mañana a la playa, con sus dos hijos. Quería que se relajaran, desconectar tras unos días de mucha tensión emocional. Los dos menores, de 9 y 6 años, aprovecharon un descuido de su padre para coger un spray y pintar la fachada del vecino alemán. «Cuando me di cuenta les monté una bronca, y les dije que el problema tenía que arreglarlo yo. Sin embargo, tengo que reconocer que ellos no habían acabado de escribir la frase en la pared y yo lo hice». Fue entonces cuando «una fuerza descomunal me alzó y me metió en la casa de mis vecinos». Era el residente alemán, que había presenciado desde el jardín de su casa la riña entre el padre y los niños por la pintada en la pared. «Todo pasó muy rápido, pero recuerdo una cantidad de golpes brutal, y que la mujer de él me estaba grabando con una cámara fotográfica digital. Yo no podía reaccionar, porque ese hombre es muy corpulento, y hubo un momento en el que quedé semiinconsciente, en el suelo y sobre un charco de sangre», contó. Pasaron unos minutos y la pareja, según el relato de Luis Aldoma, comenzó a tocarle «porque debían pensar que estaba muerto». De repente, el piloto recobró la fuerza «y tuve bien claro que si no salía de esa casa me iban a matar». Arrancó a correr antes de que el matrimonio alemán pudiera reaccionar y se llevó con él la cámara «porque allí estaban las pruebas de lo que había pasado».

Herido y con el rostro cubierto por la sangre que manaba de su cabeza se abrazó en la calle con sus hijos, que lloraban desesperados porque habían presenciado cómo su padre era introducido a la fuerza en la otra casa. Rápidamente la familia Aldoma se refugió en su pareado y el piloto les dijo a sus hijos que llamaran por teléfono a su madre, de la que está separado, y le contaran lo ocurrido.