Según explicó a Ultima Hora, todo comenzó en la cola de facturación. Allí conoció al segundo detenido, otro alemán llamado Joseph que esperaba, como él, poder desplazarse a su país en el vuelo de las 21.35 horas. Tras mantener una conversación amistosa, ambos fueron a comprar una cerveza y se la llevaron hasta el autobús que les trasladaba al avión. En un descuido, la botella se le escapó y cayó al suelo, salpicando a otra pasajera que se encontraba con su novio.
«Aquí empezó el problema con esta mujer, porque en vez de restarle importancia se ofendió y usó una expresión irónica, aunque yo no le hice caso», explicaba F.M. El incidente no pasó a mayores, aunque en el avión vio cómo la pasajera se marchaba a hablar con la azafata y corrían la cortina. «Al cabo de poco tiempo volvieron a colocar las escaleras. Como yo me temía un retraso, me levanté y agarré mi bolsa, cogí el teléfono móvil, envié un mensaje y llamé a un amigo para decirle que saldría con retraso. Eso es todo lo que pasó. Yo no hice nada extraño, y en el avión hay muchos pasajeros que pueden decir que no había nervios en absoluto». Según su relato, al cabo de poco tiempo subió un agente de la Guardia Civil. «Primero despertó al hombre con el que entré en el avión y después vino a por mí. Yo no entendía nada», afirmaba desconcertado. El caso es que ambos permanecieron detenidos mientras un gran despliegue de artificieros examinaba todas las maletas en busca de un artefacto explosivo inexistente. El detenido, que se planteó querellarse contra Air Berlín, presentará una denuncia en los juzgados contra la pasajera que intervino en el incidente.
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