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E.L.V. «Yo viví el terremoto de 1970, pero no había visto nada como esto. Era como estar en un barco en medio de un gran oleaje. De repente vimos explosiones y rayos en la calle y nos dimos cuenta de que eran los postes de electricidad que chocaban entre sí y caían. La gente estaba aterrorizada y gritaba, preguntando por sus hijos y sus nietos y pidiendo clemencia a Dios». Esta es la descripción del terremoto de la mallorquina María Quetglas, perteneciente a las Trinitarias. A pesar de que las religiosas se hallan en la localidad de Puente Piedra, a unos 300 kilómetros de la zona más afectada, el seísmo resonó con fuerza en todo el país. «Hay 16.000 familias sin casa, pasando frío y pidiendo agua. Nuestra misión es ayudarles», afirma Quetglas. La trinitaria mallorquina explicó que, por el momento, su primera reacción ha sido entregar pequeñas cantidades de dinero a los conocidos que se han marchado a las zonas afectadas para saber el estado en el que se encuentran sus familias. Sin embargo, a partir de ahora todas las parroquias canalizarán sus ayudas a través de Cáritas y los servicios sociales. Para los donativos, Cáritas Diocesana de Mallorca ha habilitado una cuenta en Sa Nostra: 2051-0099-82-1036624831.

En las cercanías de Lima, otra religiosa mallorquina vivió con gran angustia esos momentos. Se trata de la felanitxera Catalina Mas, de las Germanes de la Caritat y que en esos momentos se encontraba en la parroquia del Santísimo Salvador de Pachacamac junto con un grupo de voluntarios de Mallorca Missionera. «Al notar los primeros temblores nos fuimos corriendo al patio y formamos un círculo, agarrándonos de las manos. Parecía que estábamos sobre una lona y que nos sacudían hacia todos lados. Luego nos quedamos quietos y a oscuras, en silencio», explica.