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AGENCIAS-LIMA «No hay esperanza de hallar a nadie vivo». Tan contundente afirmación, pronunciada por una de las personas que trabajan sobre los escombros dejados tras de sí por el seísmo que hizo temblar Perú, coincide con el sentir general de los equipos de rescate y ve únicamente factible el hallazgo de más cadáveres.


Por su parte, Alan garcía, el presidente del país andino, anunció ayer la previsible creación de un organismo especial de reconstrucción de las ciudades afectadas y reclamó unidad a la oposición, a cuyos integrantes reprochó tratar de hacer electoralismo con el reparto de ayuda y las actuaciones gubernamentales.

Lo cierto es que las críticas por la mala gestión de la ayuda no cesan entre la población afectada.
«Hemos parado el trabajo de rescate», subrayó Jorge Vera, bombero coordinador de las operaciones sobre los escombros de la iglesia de San Clemente, en la ciudad de Pisco. Solo se espera que lo que queda por delante sea recuento de cadáveres a sumar a las al menos 540 víctimas mortales.

Rafael Loza trabaja también sobre lo que queda de Pisco con una cámara infrarroja, pero sin demasiada confianza, porque «no hay esperanza de hallar a nadie vivo».

La ciudad, con el 85% de sus inmuebles destruidos, trata ahora de recuperar una normalidad por el momento inalcanzable y en cuyo panorama aparece también el Ejército. 1.200 soldados patrullan calles y carreteras para evitar los comunes saqueos y robos.

Mientras tanto, la tierra sigue temblando en la zona costera peruana del Pacífico. Un seísmo de 4 grados en la escala de Richter estremeció ayer la provincia de Ilo, en el sur, que aunque no provocó heridos ni daños disparó la sensibilidad de la población en una zona que hasta el momento no había temblado desde el terrible terremoto del miércoles en la región centrosur.

Más de medio millar de réplicas han sido registradas desde entonces.