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JAVIER JIMÉNEZ A las cuatro de la madrugada, aproximadamente, el Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Local fueron alertados de la aparición de un cuerpo sin vida, junto al solar donde hasta hace unos meses se levantaba un bloque de edificios militares que ha sido derruido. Las personas que habían dado el aviso eran tres jóvenes, de una veintena de años, y dos chicas que los acompañaban. El grupo, provisto al parecer de algún tipo de iluminación, abrió una puerta y se introdujo en un túnel poco conocido, en el interior del antiguo perímetro defensivo de la ciudad.

Recorrieron la dependencia abovedada de dos metros de largo por uno y metro de ancho y, en plena oscuridad, iluminaron lo que parecía un cuerpo momificado. Los funcionarios policiales entraron en aquel recinto y confirmaron que, en efecto, se trataba de un varón de unos treinta años, que llevaba allí muchos meses. Los cinco jóvenes permanecieron en todo momento junto a las murallas, muy afectados por el inesperado hallazgo.

El Grupo de Homicidios de la Jefatura palmesana fue requerido en aquel tramo de «ses murades», ya que había que descartar que la muerte hubiera sido violenta. El avanzado estado de descomposición de aquellos restos complicó sobremanera la investigación. La víctima se encontraba boca abajo y vestía con unas bermudas de color rojo, y una camiseta de manga corta azul. En su muñeca derecha llevaba una pulsera de eslabones y en la izquierda un reloj digital de color negro. Estaba momificado y esqueletizado.