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JULIO BASTIDA Se llama Pedro Miguel Agenjo, tiene 38 años y reside en Palma. Se enamoró enloquecidamente de dos mujeres, acabó siendo condenado por malos tratos, y desde hace unos años asegura que su vida se ha convertido en un calvario, del que lucha a diario para poder salir adelante.

El drama de este mallorquín, que lo tuvo todo en la vida: trabajo, dinero, buena posición social y amor, comenzó hace unos años, cuando se enamoró de manera enloquecida de una chica colombiana que residía en Mallorca. Ambos vivían felizmente en el domicilio de nuestro protagonista. El amor que desprendía la pareja condujo a que Pedro fuese el aval bancario de dos préstamos, cada uno de ellos de 9.000 euros, que su compañera sentimental tenía solicitados a una entidad bancaria en Mallorca.

El amor llegó a su fin, y la chica decidió abandonar al joven decorador, poner tierra de por medio a la relación, y viajar hasta Colombia.
Pedro entró en una depresión. Sentía impotencia, pero a la vez rabia, y sin pensarlo ni por un sólo instante, dejó su trabajo y viajó hasta Colombia.
Llegó a Bogotá, sin conocer a nadie. Se hospedó en un conocido hotel de la capital, y acudió hasta el consulado con la finalidad de denunciar en el país de origen de la mujer el incumplimiento del crédito bancario.

Una vez allí, el consulado le solicitó que validase la documentación para poder presentar la denuncia, y cuenta él que se personó en una notaria donde una mujer de 31 años le dejo perplejo.

La tramitación de los documentos fue la excusa perfecta para entablar una relación entre Pedro y la oficial de la notaría. En menos de tres meses, viajó hasta en tres ocasiones para visitar a su amada. El contacto telefónico o través de internet era prácticamente a diario, según explica. Un día, la mujer le pidió que se quería casar con él y vivir en Mallorca. Así, el 22 de enero de 2005, Pedro viajó por cuarta vez a Colombia y contrajo matrimonio en la notaría número 52 de Bogotá.

El joven decorador le regaló un anillo de compromiso, un viaje de luna de miel a Cartagena de Indias, e incluso participó en el pago de una operación de senos.

Cuenta nuestro protagonista que durante la luna de miel, en el hotel Hilton, la chica se desmayó y tuvo que ser trasladada a un centro hospitalario, dado que sufría hipoglicemias episódicas, según certifica el parte médico expedido por el hospital de Bocagrande donde fue atendida y cuya factura pagó el empresario mallorquín.

La historia prosigue cuando la pareja se desplazó a España, y concretamente al domicilio de Pedro Miguel. «Al principio todo era normal», asegura. Pedro, se encargaba de repartir curriculums de su amada entre algunos amigos y conocidos. La chica, por su parte, también buscaba un empleo en Mallorca. En tanto él relata afligido que su pareja cada día iba a tomar café a un conocido bar de la plaza Mediterráneo, donde conoció a un señor de avanzada edad que la obsequiaba con regalos. Aquí empezó el distanciamiento entre Pedro y su esposa.

La mujer colombiana tenía un pasaje de vuelta y le restaban escasos días para tener que abandonar la Isla.
El día 20 de octubre Pedro dice que se encontraba tranquilamente en casa, cuando se entabló una discusión y, según relata el joven mallorquín, durante la misma ella empezó a pegarle varios puñetazos y golpes en general.

El día tres de noviembre, hacia las siete y media de la tarde, Pedro encontró a su mujer sentada en el sofá y con el abrigo puesto, parecía que iba a salir. Al intentar entablar una conversación con ella y hablar de que le habían llamado del Juzgado para citarle y notificarle que ella le había denunciado y pedido una orden de alejamiento, ella no le contestó y se lanzó al suelo gritando. Después de llegar la policía al domicilio se los llevaron a los dos, pero sólo él quedó retenido.

«Fue el peor día de mi vida. Me encerraron en un calabozo como a un delincuente. En la celda me dio un ataque de ansiedad y casi me muero. No logro entender cómo la Justicia puede llegar al extremo de castigar a un hombre honrado y trabajador por la declaración de una mujer que le he dado todo lo que tiene, y que presentó un parte médico en el que afirmaba que tenía varios arañazos y un fuerte dolor lumbar» relata Pero Miguel.

En un juicio rápido, la presunta agredida solicitó al juez la intención de que la casa donde viven debería ser para ella. El magistrado descartó esta petición y le ordenó que abandonase la casa del empresario.

No obstante, existe una sentencia dictada en la que se condena a Pedro por malos tratos a una sanción económica y la correspondiente orden de alejamiento. Pedro reconoce la sentencia y la enseña indignado porque, según relata, no fue juzgado, sino que se trató de un acuerdo de auto culpabilidad que aceptó porque la abogada de oficio le asustó diciéndole que iría dos años a la cárcel.

A pesar de la orden de alejamiento que pesa sobre él, Pedro indica que la mujer le envía mensajes de amor. Pedro presenta una lista interminable de transcripciones de 'sms' del siguiente estilo: «Perdón, no quería ofenderte sé que tu no te merecías eso ni muchas cosas más pero es la forma que he tenido de defenderme. Dios te guarde».

«En la mayoría de los mensajes se utilizan alusiones a Dios, dado que la mujer desde el primer instante que pisó la Isla se involucró directamente en la Iglesia Evangélica Cristiana. Una buena cristiana no debería amargar la vida a un hombre de bien», añadió.

Ahora, este joven se ampara en la justicia para solicitar la nulidad matrimonial y no descarta emprender medidas legales contra la mujer que en su día amó y que, según su testimonio le arruinó la vida.

«Ahora ha pasado el tiempo y me voy recuperando poco a poco, pero todos los viajes a Colombia, hoteles, la luna de miel, parte de la operación de senos, etc... todo lo pagaba yo y me arruiné. Lo hice todo por amor».

«Cuento esta historia que he sufrido en primera persona, para evitar que otros hombres pasen por mi misma situación. Yo en ningún momento justifico la violencia de género, todo lo contrario, los maltratadores deberían ser castigados con todo el peso de la justicia y podrirse en la cárcel. Pero no es justo que paguemos justos por pecadores», dijo Pedro Miguel.

Lo afirmó en su día el cineasta Woody Allen; «sólo perduran las historias humanas», unas historias como la de Pedro que vienen marcada por dos mujeres, ambas de origen colombiano que cambiaron su vida.