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JAVIER JIMÉNEZ Vivo por un buen oído. El joven de 17 años que cayó en la noche del martes al interior de un pozo de diez metros de altura en la calle Manel Sanchís Guarner, esquina con Reina María Cristina, pudo ser rescatado con vida del agua porque un vecino escuchó los gritos de auxilio y pidió ayuda.

A las diez de la noche, aproximadamente, esta persona se puso en contacto con el 112 y aseguró que escuchaba gritos en un solar abandonado. Al llegar la Policía Local y los bomberos confirmaron que, en efecto, había un muchacho en apuros, que había caído por un agujero de un metro de ancho por diez de profundidad. Su suerte fue que había un metro de agua en el fondo, lo que amortiguó el impacto.

Los investigadores todavía se preguntan qué hacía el joven en aquel solar abandonado, que además está vallado. Saltó una pared de dos metros de altura y luego no reparó en el agujero, que no estaba tapado. Cayó y se estrelló contra el fondo, cubierto de aguas frías. Tras la conmoción inicial pidió ayuda a viva voz y luego entró en hipotermia, por las bajas temperaturas. Los bomberos, que tuvieron que forzar el acceso al solar, montaron un trípode y uno de los funcionarios descendió por las cuerdas al aljibe, donde encontró a la víctima consciente. Estaba aterido de frío y fue izado con unas cuerdas. Luego salió el bombero. El joven había tenido mucha suerte: el pozo tenía agua y un vecino escuchó sus alaridos. Volvió a nacer.