Antoni Perelló, ayer en el hospital de Palma, donde se recupera de la brutal paliza. g Foto: JAVIER JIMÉNEZ

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JAVIER JIMÉNEZ «Estuvo bastantes minutos golpeándome con aquel bate de béisbol en la cabeza. Yo intentaba taparme con los brazos, pero él seguía. Llegué a pensar que me iba a matar». Antonio Perelló Real cumple 35 años el sábado, pero no está para fiestas. El joven apaleado en Sineu por el novio de una chica con la que mantenía una relación sigue hospitalizado en Palma, donde se recupera de su doble fractura craneal y sus lesiones muy graves en ambos brazos. Pese a todo, es optimista: «Estoy vivo de milagro».

La víctima recibió ayer a Ultima Hora en su habitación del hospital y recordó la secuencia de la salvaje agresión. «Recibí algunos mensajes en el teléfono móvil enviados desde el de mi amiga. Me pedía ayuda, porque había discutido con su hasta hace poco novio, y yo me vestí y salí a la calle». Eran las cuatro y media de la madrugada y la calle Pintor Juan Pons Frau de Sineu estaba desierta. La noche era cerrada y Antoni no advirtió que le esperaba agazapado su «rival». «Me hizo creer que era ella que pedía ayuda, pero era él quién enviaba los mensajes; yo piqué», cuenta. El mallorquín no pudo reaccionar y una lluvia de golpes cayó sobre él. El sudamericano empuñaba un bate de béisbol y durante algunos minutos le sometió a una paliza que podría haber sido mortal: «Me golpeaba una y otra vez en la cabeza, había sangre por todo y yo intentaba por todos los medios cubrirme con los brazos».

Antoni se refugió en su casa gravemente herido, y el agresor le siguió. «Creo que quería rematarme». En este punto, sin embargo, la versión de uno y otro protagonistas son contradictorias. El chileno reconoce la salvaje paliza, pero sostiene que cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo intentó ayudar a la víctima, ya en su casa.

Un vecino socorrió a Antoni, y el agresor escapó, al parecer en coche. «Ese hombre me salvó la vida. En ese punto no lo recuerdo todo, tengo lagunas». Mientras Antoni Perelló era hospitalizado de urgencia, Alexander Filipe regresó a Palma y por la mañana contó lo sucedido a su jefe y a un amigo. Los dos le animaron a que se entregara y por la tarde lo hizo en la Comandancia de la Guardia Civil, en la calle Manuel Azaña. Sus amigos no se explican todavía lo ocurrido: el sudamericano no tenía antecedentes policiales, era de carácter tranquilo y un trabajador responsable. Todavía vivía con su novia, que supuestamente quería dejarlo por Antoni. Los celos lo ofuscaron hasta tal punto que se volvió loco. Un triángulo amoroso que pudo haber acabado en tragedia.