El día 20 de septiembre de 2005, el joven trabajador de la construcción estaba junto a sus compañeros de la obra realizando una reforma en el colegio Juan de la Cierva, en el Vivero.
«Cada mañana íbamos a tomar café al bar de 'ca na Justa' y allí comprábamos un cupón de la ONCE. Nada más entregarme el décimo lo metí en el paquete de tabaco. Piensa que en la obra no podemos llevar cartera. Varias horas más tarde cuando acabé de fumar el último cigarro tiré el paquete a una papelera. Al día siguiente, nada más llegar a la cafetería todo el mundo se comenzó a tirar encima y a darme besos y abrazos. Los trabajadores del local estaban muy contentos. A todos los que nos había tocado el cupón éramos gente trabajadora, mayoritariamente de la construcción. Pero después, cuando me percaté que había perdido el cupón el mundo se me vino encima», relata Cristian.
AEl joven pso el caso en manos de un abogado y a partir de ahí comenzó una larga historia de litigios.
«Yo fui a las oficinas de la ONCE, en la calle Manacor, y me trataron de mentiroso. La situación fue tan tensa que casi llegamos a las manos. Finalmente un notario levantó hasta tres actas de los compañeros que compraron el cupón conmigo y la propietaria del establecimiento. Después la Organización Nacional de Ciegos aceptó que el cupón premiado no había sido pagado», concluye el albañil.
El departamento de prensa de la ONCE señaló a este periódico: «Hay que entender que nosotros no podemos pagar un cupón a cualquier persona que nos venga diciendo que ha perdido el décimo. Hay varios casos, que cuando se demuestra a ciencia cierta que realmente se compró el boleto y se perdió nuestra organización no ha tenido ningún problema en pagarlo».
La sala de lo Contencioso Administrativo del TSJB desestima el recurso contencioso-administrativo presentado por el joven albañil y otorga la razón a ONCE.
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