Los servicios de emergencias acudieron al lugar del siniestro, aunque finalmente el obrero ha fallecido.
Marcel Modest Pavalen, el joven albañil de 30 años de edad que ingresó en estado crítico tras sufrir una caída desde un primer piso de Palma, falleció durante la jornada de ayer en el hospital de Son Dureta.
Los hechos se produjeron el pasado miércoles, sobre las 15.20 horas, en una obra de la calle Arc de Sant Martí. Al llegar las asistencias médicas y policiales, los profesionales encontraron un trabajador tendido en el suelo e inconsciente entre un gran charco de sangre. Los médicos trataron de estabilizarlo, pero las lesiones sufridas a consecuencia de la caída eran muy graves.
El trabajador, de nacionalidad rumana, sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico severo, muñecas rotas y las rodillas fracturadas, entre otras lesiones importantes.
El joven fue conducido de inmediato a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital de Son Dureta, donde permaneció hasta el momento de su muerte.
Según las investigaciones realizadas por agentes del Cuerpo Nacional de Policía, la caída del trabajador se produjo desde un primer piso, concretamente desde un balcón sin barandillas de una altura aproximada de unos cuatro metros. El sistema de protección del balcón estaba formado por diversos puntales con tablones cruzados y una malla que cubría el citado tramado. El trabajador, de gran corpulencia, parece ser que se apoyó y el sistema de protección cedió.
La familia del joven albañil está totalmente destrozada y en el hospital se vivieron escenas de dramatismo.
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En una vergüenza el esperpéntico espectáculo diario de imputados, corrupción, peleas políticas, insultos y acusaciones de la salsa rosa política, mientras que el mundo laboral continua cobrándose vidas sin que la administración y los que hacen de ella su trabajo pongan remedio al alto indice de accidentes por precariedad laboral que existe, en especial en la construcción. En vez de estremecernos todos ante este tipo de accidentes que clama al cielo justicia dentro de una sociedad llamada culta, civilizada y cristiana, se tiende a continuar en procesión detrás de fantochadas políticas y religiosas y a disimular la falta de sensibilidad obrera bajo el silencio cómplice de todos, más preocupados en saber cual será el próximo partido de la champiñón a que se cumplan a rajatabla las medidas de seguridad. Un atraso de sociedades humanas más preocupadas en recuperar tradiciones medievales que de avanzar en derechos humanos. Esperemos que algún día se revalorice más la vida de un obrero que los pisos que construye para que otros especulen, por cuatro cochinas pesetas que nadie al final se lleva a la tumba. José Méndez, un obrero de la iglesia pobre de Mallorca