En septiembre de 2005, de madrugada acudió a la vivienda de la menor y le envió un mensaje para que le abriera la puerta. Aprovechó que la madre dormía en el piso de arriba, llevó a la niña a un dormitorio y allí la forzó, según considera probada la primera sentencia condenatoria de la Sección Primera de la Audiencia Provincial. Antes en varias ocasiones había manoseado a la joven. El acusado envió además varias cartas y mensajes telefónicos a la niña. En una de esas cartas le decía que estaba enamorado de ella y que era la chica de su vida. Este tipo de mensajes se iniciaron cuando el acusado vivía en la misma casa que la madre y la hija.
Dinero y chocolate
Durante el juicio, la madre de la víctima negó que mantuvieran una relación y dijo que el hombre sólo vivía con ellos porque tenía problemas económicos. El acusado, por su parte, negó los hechos, si bien reconoció que envió una carta pero de simple afecto. La menor insistió en que el condenado le buscaba, le daba dinero y le compraba chocolate. Una joven amiga de la víctima contó que la acompañaba en ocasiones a casa del acusado.
Allí, esta amiga se quedaba en la sala, mientras la menor y el procesado iban a una habitación. La víctima señaló que en esas ocasiones ella «tenía la cabeza en la nada». Tras varios episodios de este tipo tuvo lugar el más grave, en el que el acusado llegó a entrar en casa de la víctima y la forzó. El Supremo rechaza el recurso del acusado contra la sentencia de la Audiencia. En un auto señala que no existió vulneración del derecho a la presunción de inocencia. La condena se basaba en la declaración de la menor y el Supremo recuerda que existían varias declaraciones de otras menores que corroboran que ella y el acusado se encerraron en una habitación. Además, la psicóloga que emitió un informe sobre la víctima llegó a la conclusión de que su relato era creíble.
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