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Un día movido ayer y con sensaciones diversas entre el vecindario próximo a la calle Can Gotleu. Pero también con caras de sorpresa y terror por lo que hubiera podido pasar si la policía no llega a intervenir a tiempo e impedir que el joven Juan Manuel Morales hubiese armado los artefactos explosivos que quería colocar y hacer estallar en el recinto de la UIB. La zona, en plena ruta martiana en el barrio de sa Gerreria, es una de las más concurridas los martes, ya que llegan a pasar cerca de 1.000 personas por allí. Además, en ella viven decenas de universitarios, inmigrantes y palmesanos de toda la vida.

No extrañan pues las declaraciones de algunos vecinos y empleados de tiendas, caso de

Mariel Montero y Eva Peralta, las cuales afirmaban ayer tarde: «Nos resultaba rara desde hace semanas la presencia de policías de la secreta, pero no podíamos pensar en lo más mínimo el motivo. Uno nunca sabe a quién tiene por vecino. La verdad que asusta que este chico de 21 años hubiera podido al final montar las bombas y que al combinar los productos químicos se equivocara. ¿Qué habría pasado, por ejemplo, si ello hubiera ocurrido un martes? La verdad que asusta pensar en las consecuencias».

En el Bar Farina, lugar que frecuentaba el detenido,

Juan Antonio Abeledo puntualizaba que le había visto unas cuantas veces, «siempre iba solo y vestía con camisa, pantalón ancho y el pelo cortado en plan moderno. Preocupa si al enterarse él de que muchos de sus vecinos eran universitarios, habría cambiado de planes en el último momento por este motivo y en vez de hacer explotar las bombas en la universidad lo habría hecho aquí, en su vivienda. Estamos conmocionados y preocupados por nosotros, por nuestros hijos y por todo el vecindario. Lo que sí es cierto es que no tenía relación alguna con nadie. Él iba a lo suyo y de forma siempre muy discreta».

Ruta martiana

En los mismos términos se expresa uno de los camareros del Bar Gaudí, situado en plena plaza Quartera.

Juan Manuel García, tras acabar de hablar con una radio, explicó: «Había venido aquí un par de veces sólo a tomar una cerveza. No hablaba con nadie y siempre se mostraba muy discreto. Nunca me había imaginado lo que pretendía hacer. Además, estamos ubicados en plena ruta martiana, por lo que estamos conmocionados y asustados por ello, ya que se podría haber ocurrido cualquier desgracia si la policía no llega a intervenir a tiempo».

El día anterior a su detención, Juan Manuel Morales se había cortado el pelo en la peluquería Onda 10. Una de sus peluqueras,

Yinet Rosario, no podía disimular su sorpresa por este hecho: «Llegaba, se sentaba y no decía nada en los quince minutos que estaba en el local. Nunca quiso decir nada, salvo su nombre, y nunca supimos qué pensaba o qué le gustaba. Es muy fuerte lo que ha pasado y da mucho miedo miedo».

Pese al revuelo montado, hubo vecinos que no llegaron a enterarse de nada, caso de

Aritz Seifidin Ibraim, quien con cara de sorpresa, junto al Bar Farina, nos dijo: «Estoy asombrado por lo que me cuentas y preocupado por lo que hubiera podido pasar».