Alfredo Vidal frente al bloque de pisos en el barrio de La Soledat. | Julio Bastida

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Alfredo Vidal vive un infierno. Desde hace años habita junto a su madre y su hermana un piso de protección oficial en la calle Amer, en La Soledat. Harto de la hostilidad de los vecinos y del precario estado de su vivienda, ha remitido varios escritos al Ibavi con la intención de cambiar esta situación, pero todavía no le han contestado.

Vidal define como «fatal» su experiencia en el barrio. «Hay ruidos todo el día, por la noche no se puede dormir, ruidos en la parte de arriba, porque hacen rezos a las dos o las tres de la madrugada. Aquí no puedes decir nada y te tienes que callar la boca porque si abres la boca o dices algo, están encima tuyo. No tenemos más remedio que estar todo el día encerrados en casa. Tenemos pánico a salir a la calle. Debido a estos episodios me encuentro en tratamiento psiquiátrico. No puedo dormir», reconoce.

No es la única de las penalidades a las que ha tenido que hacer frente. «Hace unas semanas mi hermana, que tiene una discapacidad psíquica, sufrió una agresión sexual. La cogieron antes de entrar en el recibidor del edificio y le metieron mano. Menos mal que una vecina lo vio y pudo lanzar la voz de aviso rápido. Lo he denunciado todo a la Policía Nacional. El pasado viernes salía por la puerta cuando alguien le vació una botella de lejía encima. No nos quieren aquí. Parece ser que molestamos», afirma.