Victoria y María Serra del Castillo, junto a su padre, Mateu, fotografiados en el centro de Palma. | Alejandro Sepúlveda

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En las comidas familiares, en casa de los Serra-Del Castillo no se habla de trabajo. Bueno, a veces sí. Porque el padre y sus dos hijas pertenecen a tres cuerpos de seguridad distintos. Mateu Serra, de 63 años, es oficial de la Policía Local de Calvià desde la década de los 80. Sus hijas, María (39) y Victoria (33), hace diez años que trabajan como guardia civil y policía nacional, respectivamente. Cuando Mateu Serra accedió a la Policía Local, en el año 82, solo había 25 agentes. «Era un cuerpo muy familiar», recuerda. María y Victoria veían a su padre uniformado en casa, pero nunca les influenció. Fue vocacional.

Victoria lo tenía claro desde pequeña. «Era niña y veía pasar un coche patrulla de la Policía Nacional y decía: ‘Quiero estar ahí dentro e ir donde va esta gente para ayudar al ciudadano'». Acabó Bachillerato a los 18 años y se sacó todos los requisitos para la oposición: Carnet de coche, moto y BTP. Estuvo formándose en la academia de Ávila y luego le destinaron a Eivissa, Alicante, Madrid y Palma. Ahora custodia la entrada de la Audiencia Provincial.

Apenas hay un 10 por ciento de mujeres en el Cuerpo Nacional de Policía. La presencia femenina en la Guardia Civil también escasea. Mateu Serra comenta que son necesarias. «Hay muchas intervenciones con mujeres, casos en los que un hombre no puede realizar un cacheo». Victoria intervino en numerosas actuaciones de violencia de género. «Las mujeres se sienten más cómodas hablando con nosotras».

María se hizo guardia después de sacarse la carrera de Derecho. «Me gustaba el tema policial, pero tardé en decidirme». Entró en la academia de Baeza (Jaén) en agosto de 2007. «La licenciatura en Derecho me dio una base bastante sólida», explica. Se decantó por la Guardia Civil «por el número de especialidades. La disciplina militar siempre me atrajo», añade. «Mi hermana siempre ha sido más correcta que yo», bromea Victoria. «Que quede claro que en las comidas en casa no hablamos de trabajo», puntualiza Mateu. Aunque a veces, cuando coinciden en el domicilio familiar, repasan episodios que han marcado sus carreras. Como el tiroteo que vivió Victoria en Alicante. O el atentado de ETA en Palmanova, donde intervinieron Mateu y María. Él como policía local y ella como guardia civil. «Aquel día fue horroroso», señala Mateu.

El oficial trabajó 15 años como policía motorizado. «Entré como auxiliar. Te contrataban para hacer una temporada turística y después te renovaban o no. Así hasta que conseguías optar a una plaza en propiedad», señala. Y rememora: «Hace 30 años ya había gamberros en Punta Ballena».

Victoria recuerda que su padre le advirtió antes de opositar. «Me dijo: ‘Vas a ver muertos, precipitados, ahogados… ¿Eres consciente?'. Le respondí que sí, pero que cuando salieran bien las cosas compensarían todo lo malo».