El Seprona de la Guardia Civil intervino tras una denuncia por el estado de los cerdos. | Guardia Civil

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Un vecino de Consell afronta una petición de diez meses de cárcel por dejar morir de hambre y sed a una quincena de cerdos en una finca de la localidad. El acusado admite que dejó de alimentar a la piara pero se excusa en un problema por la titularidad de la finca y en que el nuevo arrendatario no le permitió entrar a dar de comer a los animales durante meses. En todo caso, la Fiscalía mantiene que los cerdos eran suyos y que, por tanto, era responsabilidad suya tenerlos en condiciones.

La situación arrancó en el año 2013. Hasta ese momento, el acusado explotaba la finca y tenía un rebaño de ovejas dado de alta en los registros y unos veinte cerdos para consumo propio y de amigos que ni siquiera estaban legalizados ante la Consellería. En ese momento, el dueño de la propiedad alquiló la casa a un individuo y arrancó un conflicto entre ambos. El acusado afirma que el nuevo inquilino le impedía entrar a la finca y atender a los cerdos. «Me dijo, te tienes que ir y se que actué mal, pero me sacó a la calle y no me dejaba entrar». El nuevo inquilino da otra versión. Señala que nunca le prohibió la entrada y que fue el encausado quien, simplemente, se desentendió de los animales.

El vecino denunció ante el Seprona el abandono de los cerdos. Los guardias hicieron varias visitas junto a técnicos del Govern. En la primera había 21 cerdos. En la última, en mayo de 2014, quedaba una quincena de animales, la mayor parte de ellos estaban muertos al no haber conseguido agua ni alimento durante días. «Era un espectáculo dantesco», recuerda el veterinario que los vio. Apenas estaban vivos cinco de ellos, «extremamente delgados, como nunca lo había visto», añade el experto. Tuvieron que sacrificarlos.