El presunto asesino de una bebé en Vitoria a la que lanzó por una ventana, Daniel M. (i), iz.,habla con su abogado, Martín Martínez. | David Aguilar/EFE

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Los padres de Daniel M., acusado de matar a la bebé Alicia en 2016 en Vitoria, han asegurado que el presunto asesino «oía voces» y que sus «delirios» se acrecentaron en los meses previos al trágico suceso. Por su parte, una expareja del joven lo ha definido como a un «chico normal», pese a que en ocasiones «se le iba la olla» y tenía «problemas con el sexo», dado que era «insaciable».

La determinación del estado psicológico de Daniel M., tanto en lo que se refiere a sus supuestos delirios como a una posible obsesión sexual, puede resultar determinante para el resultado del juicio, dado que la defensa del acusado alega que cuando lanzó a la bebé por la ventana de su piso estaba «enajenado», mientras que la madre de la niña dice que la mató porque ella no había accedido a mantener relaciones sexuales con él.

Daniel.M., que en el momento de los hechos tenía 30 años, se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable por el asesinato de la bebé Alicia, de 17 meses de edad, y por tentativa de homicidio contra su madre Gabriela, que cuando se produjo el trágico suceso tenía 18 años. La defensa, por su parte, solicita que se aplique la eximente completa por enajenación mental.

Este joven sevillano, que trabajaba como profesor de música, había conocido a la madre de la bebé a finales de 2015; y en el momento de los hechos, en la madrugada del 25 de enero de 2016, se encontraba junto a ella y la niña en un piso de Vitoria, al que había invitado a Gabriela para pasar la noche.

La Sección Penal de la Audiencia Provincial de Álava ha acogido este jueves la tercera sesión del juicio por este trágico suceso, en la que se ha llamado a declarar al padre y la madre del acusado, así como a su expareja, con la que mantuvo una relación de seis meses durante 2015.

«Un chico normal»

La expareja de Daniel M. ha definido al presunto asesino de la bebé Alicia como a un «chico normal», aunque ha reconocido que en alguna ocasión «se le fue la olla». Uno de esos episodios se produjo cuando, después de haber tomado unas cuatro copas y fumado marihuana, la joven, de nombre Isone, y Daniel M. regresaron a la vivienda de este último y, allí, el acusado «se volvió loco».

La joven ha explicado que, en un momento dado, Daniel se puso a chillar que «se le había metido el diablo», y que empezó a arrastrarse por el suelo, con la mirada «perdida».

Aunque trató de ayudarlo y le dijo qué podía hacer por él, Isone acabó por irse del piso, ya que sintió «miedo».

También ha relatado que en una ocasión, el presunto asesino arrancó un crucifijo que tenía un vecino en la puerta de su vivienda, porque -según le dijo-- esa persona «no era cristiana» y por eso «no debía tener» aquel símbolo. «Se le fue la olla», ha añadido. Esta joven también ha relatado que, en ocasiones, Daniel M. decía que sentía que tenía «el deber de proteger el mundo».

«Dominio sobre las mujeres»

La testigo ha explicado que el acusado no era una persona «agresiva», pero que en el ámbito de las relaciones sexuales «le gustaba sentir el dominio sobre las mujeres». La expareja de Daniel M. ha explicado que el joven le reconoció que tenía otras parejas, una de ellas menor de edad, y que incluso le pidió «ayuda», porque él mismo «sabía que tenía un problema con ese dominio de la mujer en el sexo».

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«El sabía que tenía un problema en el aspecto sexual; no se saciaba nunca», ha manifestado. La joven ha explicado que decidió acabar con aquella relación cuando observó que Daniel M. almacenaba en su ordenador «infinidad» de vídeos en los que aparecía practicando sexo con numerosas mujeres.

«Adoraba a los niños»

Por otra parte, ha manifestado que aunque el acusado bebía alcohol y fumaba marihuana, su consumo de estas sustancias no era «excesivo», y que se trataba de una persona que «adoraba a los niños».

El padre y la madre del acusado lo han definido como a una persona «muy reservada» y que, ya desde niño, en ocasiones decía que «oía voces». También han afirmado que fue objeto de acoso por parte de algunos compañeros de colegio. El padre incluso ha afirmado que «sospecha» que pudo sufrir abusos sexuales en un campamento, pese a que nunca pudo confirmarlo.

Por todos esos motivos, han explicado que en varias ocasiones trataron de llevarlo al psicólogo, pero que como su hijo siempre se negó a ello, finalmente no recibió tratamiento alguno por parte de psicólogos o psiquiatras. El padre y la madre se han lamentado de no haber sabido cómo gestionar la «enfermedad» de su hijo.

Ambos progenitores, en la misma línea con lo mantenido por su expareja y por una amiga, han destacado que en los meses previos a la noche en la que lanzó a Alicia por la ventana, Daniel M. empezó a expresar «ideas incoherentes».

El padre ha explicado que una noche, a finales de 2015, Daniel le llamó por teléfono y empezó a decirle que era un «enviado de luz» y que una voz le llamaba a «hacer el bien», pero que existía una «fuerza diabólica» que lo perseguía. Por aquella misma época, ha afirmado que su hijo le hizo otra llamada en la que le habló de sus dotes «adivinatorias» y de sus «poderes».

En diciembre de 2015, aproximadamente un mes antes de que matara a la bebé de 17 meses, el acusado tuvo otro episodio de un comportamiento extraño, según han asegurado sus padres. Al parecer, en una reunión familiar en Sevilla durante las navidades, el padre se quejó del ruido que hacía una procesión de campanilleros que pasaba por la calle. A continuación, el joven abrió la ventana y, poco después, el sonido de la comitiva cesó, ante lo que Daniel reaccionó afirmando que el ruido había acabado gracias a sus «poderes».

Las acusaciones han preguntado a ambos progenitores por qué motivo no comentaron ninguno de estos incidentes cuando se les tomó declaración durante la fase de instrucción del procedimiento. El padre ha explicado que fue porque no se lo «preguntaron», y la madre que se debió a que se encontraba en estado de «shock».

«El Mesías»

Respecto al consumo de alcohol y marihuana, sustancias que el acusado dice consumir desde la adolescencia, han afirmado que en alguna ocasión descubrieron alguna botella en su mochila y que pensaban que podía fumar marihuana, aunque nunca lo vieron borracho.

Una amiga de Sevilla del acusado ha coincidido en que en los meses previos a la madrugada en la que acabó con la vida de la bebé, Daniel M. experimentó un «cambio» y empezó a tener un comportamiento «extraño», con afirmaciones en las que decía que «recibía señales de que tenía una misión» y que era «el salvador» y «una especie de mesias».

Esta joven, que ha indicado que el acusado consumía alcohol y cannabis de forma esporádica, ha afirmado que Daniel empezó a «emparanoiarse» en algunas ocasiones, y lo ha definido como a un «enfermo mental».