El inspector jefe Antonio Suárez, este sábado en en este diario, durante la entrevista. | J. Padilla

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Es el referente en la lucha antidroga en Mallorca. Ha llevado a cabo más de 60 operaciones en Son Banya y cualquier narco que se precie se estremecía cuando sabía que el inspector jefe Antonio Suárez (Reinosa, Cantabria, 1954) estaba tras su pista. Porque era implacable. Ahora, recién jubilado, concede una entrevista exclusiva a Ultima Hora en la que repasa sus cuarenta años en la Policía Nacional. Cuatro décadas en las que ha forjado su leyenda.

Lo de ser policía no le viene de familia.
— No, mi padre trabajaba en un banco en Santander. Fui policía por vocación. Y si eres policía, como si eres médico o periodista, lo eres toda la vida. Aunque te jubiles.

Usted ingresa en la policía en los años de plomo de ETA.
— Entré en 1979 y mi primer destino fue el País Vasco. Basauri en concreto. Todos los días había atentados o muertos. Era muy duro aquello. A un compañero, inspector jefe, lo ametrallaron. Como a otros muchos.

Y pese a todo siempre habla de su etapa en Basauri.
— Porque fueron los años más felices de mi vida. Tenías que tomar muchas precauciones, como dejar siempre el coche en el garaje del acuartelamiento o mirar a la calle antes de salir. O cambiar de rutas y horarios. Pero fue una época apasionante.

Por amor acabó en Canarias.
— Y me compré un BMW 320, que me costó un pico en aquella época. Fui destinado allí por mi mujer, ella trabajaba en una cadena turística danesa y quería sol. Pero Maspalomas era un destino complicado, porque allí iban muchos policías castigados. Había mal ambiente.

¿Cuándo llega a Mallorca?
— Hace treinta años, en 1989. Estaba Casillas de jefe superior. El Grupo de Delincuencia Económica lo dirigía Carlos Fernández y era de lo mejor que había. Un lujo. Le pedí al comisario Goyato que me pusieran en la unidad donde hubiera más trabajo y acabé allí.

¿Investigaron el caso ‘Túnel de Sóller'?
— Así fue. Y Carlos Fernández era tan buen profesional que le dio la enhorabuena Rafael Perera, que era el abogado del president Gabriel Cañellas.

Pero su gran amor profesional fue Estupefacientes.
— He dedicado gran parte de mi vida a luchar contra las drogas. Y estoy muy orgulloso de todos los narcos que hemos encerrado. Eran los años noventa, la época del éxtasis y la ruta del bakalao.

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Era la época de ‘El Tío Kiko'.
— Lo conocí bien. Nos ayudó mucho policialmente, porque los gitanos de Son Banya lo respetaban como patriarca. Con ‘El Pelón' y compañía todo degeneró y dejamos de tener un interlocutor válido en el poblado.

¿Son Banya, para la policía, es útil como está o hay que desmantelarlo?
— Es un guetto y los guettos en el siglo XXI no deberían existir. Ni en Mallorca ni en ningún sitio. La inteligencia policial debe averiguar dónde se reubican los narcos que son expulsados del poblado y perseguirlos. Pero aquello debe desaparecer.

Era curioso que tras una redada los detenidos de Son Banya, en el juzgado, eran esperados por ‘amigos' que realmente eran los que les habían delatado.
— Es cierto, es algo a lo que nunca me he llegado a acostumbrar. Un clan nos daba un soplo para acabar con el clan rival, y a nosotros nos iba muy bien. Y ellos eliminaban la competencia. Pero al día siguiente los que se habían chivado hacían guardia en el juzgado, llorando desconsoladamente y esperando a los detenidos. ¡Cuando eran ellos los que los habían vendido! Era todo un teatrillo, de cara a la galería, pero siempre me llamó la atención. Era muy cínico.

La madame del ‘caso Cursach' le acusó falsamente .
— Fue en octubre de 2017. No se me llegó ni a investigar. Era tan evidente que todo era falso y fue muy fácil desmontarlo. El fiscal Carrau lo archivó y fue contra ella por denuncia falsa.

También ‘La Guapi' lo intentó.
— Y estuve unos meses imputados por algo que no había hecho. Fue muy duro. Una canallada. Los clanes gitanos funcionan así: tú difama, que algo queda. Pero la gente se volcó conmigo, recibí muchísimos apoyos. Debo agradecer a Jarabo y mis jefes su ayuda. Y a mis compañeros. Y a mi abogado José Zaforteza. También se archivó, pero el daño mediático fue duro. Cuando los clanes gitanos difaman contra un policía honrado es un misil a la línea de flotación. Si cala, te destrozan. El gran Elicio Ámez, que fue mi jefe, decía que si te jubilas indemne como policía es un milagro. Cuánta razón tenía.

Le han intentado enmarronar dos veces. ¿Si llega a ser policía local de Palma en lugar de jefe de la Policía Nacional hubiera acabado entre rejas?
— Pues mire, visto lo visto es muy probable que así hubiera sido.

El Grupo de Blanqueo de Penalva y Subirán lo tenía en su punto de mira. ¿Fue porque no les condecoró?
— Al leer los wasaps que desveló Ultima Hora deduzco que tenían una mala relación conmigo. Es cierto que no quise condecorarles, pero fue porque las cosas no se habían hecho bien en esa investigación y además creía que era más justo condecorar a los policías que habían desmantelado el clan de ‘El Pablo'. Al menos los de Blanqueo tenían animadversión y ánimo de venganza contra mí. No sé si juez y fiscal también.

¿Qué opina de la instrucción del ‘caso Cursach'?
— Se ha llevado mal la investigación, evidentemente. No se ha respetado mínimamente los derechos de nadie. Huele a que habrá un montón de nulidades. Y luego llegarán las querellas de afectados. Se ha intentado criminalizar a toda la Policía Local de Palma y eso es injusto. No hay derecho a lo que han hecho.

Blanqueo iba por libre, a la Jefatura se les fue de las manos.
— Eran Policía Judicial y por tanto dependían de jueces. Pero también debían rendir cuentas en la Jefatura. Y no era así. Ellos iban por libre, prácticamente. Una vez una inspectora de ese grupo no vino a trabajar porque decía que estaba de baja. La llamé por teléfono y me enteré de que no estaba enferma, sino reunida en esos momentos con el juez Penalva, porque él decía que le habían intentado robar.