PALMA. SUCESOS. REPORTAJE POLICIA LOCAL EN PLAYA DE PALMA. FOTOS ALEJANDRO SEPULVEDA | ALEX SEPULVEDA

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Un agente de la Policía Local nos advierte: «La primera línea de mar de toda la Platja de Palma es zona de guerra». El reguero de turistas que bañan las costas de la isla ha aumentado en gran medida desde el pasado verano, y con ellos, han salido de la cueva todos los pícaro-delincuentes que se quieren aprovechar de la tierna inocencia del extranjero. Trileros y ladrones vuelven a formar parte del paisaje de la playa de Palma; los foráneos, más que ser una ayuda para las fuerzas del orden, han venido con ganas de recuperar el tiempo perdido, y el consumo de alcohol en las calles es una triste estampa que se reproduce durante las 24 horas.

Ultima Hora se ha empotrado en un coche de la Policía Local durante toda una mañana para descubrir en profundidad cuáles son sus labores en la costa. Nos guiarán dos agentes, un ‘perro viejo' de la cuerpo y un novato, uno de los nuevos 84 policías locales que tomaron posesión el pasado día 5. Antes de partir observamos la oficina, no queda casi nadie en las trincheras, la gran mayoría de los agentes han salido a patrullar por la zona de batalla. Este día, además del servicio propio, hay 14 policías de refuerzo.

Nada más salir, unos alemanes requieren la presencia del coche patrulla: han encontrado tres móviles de alta gama tirados en un parking. «Estos móviles son robados», nos confirman los agentes. El ‘modus operandi' de estos ladrones consiste en hurtar todo objeto valioso -que se pueda vender en el mercado negro- durante la noche a los extranjeros, para después esconder los objetos en puntos clave. Evitando así males mayores si son registrados por la policía.

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Desde las ventanillas del vehículo localizamos a un trilero en funcionamiento, pero, en un ejercicio de escapismo digno del mítico Houdini, al momento de pararnos e ir a por él, este ya ha desaparecido. «Nos enfrentamos a profesionales, atraparlos con el uniforme puesto es misión imposible» admite el agente veterano. Este mismo nos señala a un hombre descamisado y con una toalla que nos mira. «Ese de allí es uno de ellos, pero lo ha desmontado al vernos».

La Platja de Palma cuenta con dos organizaciones muy antiguas que se dedican a timar a los turistas: los Bustamantes, que llevan desde el 1972, y los Lisiados, que se llaman así porque ya están barrinats de lidiar con la policía durante tanto tiempo. «De paisano he detenido ya a un par» nos explica el agente novato, sin poder disimular una pizca de orgullo. Al ser una cara nueva los delincuentes no lo tienen controlado, pero es una situación que seguramente no dure demasiado. «La gente recuerda las caras, me hacen fotos… así es complicado mantenerse en el anonimato», explica.

Con el acompañamiento de tres motos más de la policía nos personamos en una de las calles dominadas por los vendedores ambulantes. Conseguimos presenciar una estampida en múltiples direcciones por parte de los comerciantes, solo se consigue requisar una caja llena de gafas de sol, pero no se detiene a nadie… La venta ambulante es una de las luchas más constantes de los agentes, pero la buena organización que les precede imposibilita acabar con estos bazares. «Es una mafia, está todo organizado» nos confirman los agentes.

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«Tienen un sexto sentido para notar la presencia de la policía, además de que se avisan entre ellos constantemente». Eso implica lo complicado que es para los agentes poder arrestar a alguien. Se batalla contra un ente capaz de eliminar todo rastro de su parada en menos de 20 segundos y que huele el peligro como nadie. La policía no solo se enfrenta a los timadores, los propios timados son un dolor de cabeza constante para ellos. Un agente nos revela un dato ya conocido por todos: «Aquí vienen muchos turistas solo a emborracharse». Nos cuenta la historia de un hombre que llegó a las 10.00 a Mallorca y a las 12.00 ya le habían expulsado del hotel por hacer balconing.
–¿Y qué hago yo ahora sin habitación estos días?- preguntó.
–Ese es tu problema- recibió como respuesta de los policías.

Botellones por la mañana, balconing, las excursiones etílicas… La nueva ley contra el turismo de excesos pretende cortar de raíz estas prácticas. Pero, hasta que los foráneos no tengan conocimiento de ella, vamos a seguir viviendo actitudes que nos convierten en la 'jungla del Mediterráneo'.
Los agentes nos despiden tras el turno, no ha habido excesivo trabajo. Aunque el agente nos confirma una cuestión evidente: «Con vosotros dentro no hemos podido hacer grandes cosas, aquí en un día de trabajo normal nunca te aburres, siempre hay denuncias que perseguir». Por ello, abandonamos el vehículo, para que puedan seguir patrullando ante enemigos capaces de hacerse invisibles en una batalla particular que jamás podrá vaticinar el fin de esta particular guerra.