Imagen del archivo del rescate de los dos hermanos fallecidos. | Alejandro Sepúlveda
El 14 de enero de 2001 Mallorca registró uno de los episodios más tristes de su historia reciente. Un padre, llamado Jordi Gil, salió de excursión con sus dos hijos Àngel y Marc, de 13 y 8 años. Residían en Esporles y se habían trasladado a Alcúdia para visitar la cueva sa Bassa Blanca, entre el Coll Baix y el Cabo Menorca. El progenitor era un gran amante de la naturaleza y había inculcado a sus hijos esa pasión. El mar estaba agitado, en medio de un fuerte temporal, y de improviso una ola arrastró a los dos hermanos, que cayeron en aquel mar embravecido y salvaje. El padre, desesperado, divisó a su hijo mayor intentando salir a flote y se lanzó al agua desde lo alto de un acantilado.
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