En la imagen se aprecia cómo se ha fortificado el poblado en las últimas semanas.

TW
76

Los precios desbocados llegan a Son Banya. Los clanes gitanos se quejan de que ahora compran el kilo de cocaína a 41.000 euros, cuando hace solo unos meses lo obtenían por 5.000 euros menos. El problema es que no pueden subir la barrera psicológica de los 60 euros el gramo, porque los clientes se irían a Corea o La Soledad, así que han decidido adulterar más la sustancia para que sea igual de rentable. Este ‘corte’ excesivo ha generado preocupación policial.

La presión de la Policía Nacional y la Guardia Civil de los últimos meses ha generado que la droga llegue con mayor dificultad a los vendedores. Los proveedores, en la actualidad, han decidido que esos impedimentos encarecen las transacciones, por lo que la subida del kilo por parte de organizaciones de colombianos está siendo continua, de un tiempo a esta parte. Los clanes gitanos que compran el producto han decidido que el corte tiene que ser mayor, y la pureza menor, por lo que encargan la adulteración a otros eslabones del narcotráfico, que se dedican precisamente a esta función. Los productos que usan para ‘cortar’ el polvo blanco son químicos y también emplean fármacos de uso veterinario, en concreto Levamisol y Fenacetina.

La preocupación policial es por un motivo obvio: cuanto más manipulada está la droga, peor es su calidad, lo que puede provocar más casos de sobredosis. En principio, los clanes gitanos están muy pendientes de que la adulteración no sea excesiva, porque saben que los consumidores correrían la voz y muchos clientes acabarían lejos del poblado, visitando otros puntos de venta. Y eso es lo último que desean. Sin embargo, con las condiciones de venta del kilo de coca les queda poco margen para ofrecer un producto que no suponga una amenaza sanitaria.

Estos días se han colgado banderas de la selección Española de fútbol en Son Banya.

Todo esto ocurre mientras los jefes del poblado están ultimando la fortificación del recinto, a modo de contramedidas contra una posible operación policial. Los muros y barricadas levantados en las últimas semanas, aprovechando las toneladas de basura y los esqueletos de vehículos calcinados, tienen una única función: dificultar el despliegue de los agentes y dar tiempo a los clanes para deshacerse de la droga. De hecho, la mayoría de baños de las chabolas están blindados y algunos, incluso, tienen una doble puerta de seguridad. Tanto celo no obedece a que los clanes sean muy pudorosos en la intimidad, sino que derribar aquellas planchas de acero lleva muchos minutos. Y ellos, encerrados dentro, pueden deshacerse de todas las papelinas.

Esa fortificación exterior les da una cierta ventaja a la hora de proteger los accesos. Los narcos llevan meses levantando las protecciones a fin de que solo quede una avenida principal de acceso y sea fácilmente bloqueable con un vehículo. Sin embargo, la Policía Nacional controla con drones y un helicóptero cualquier movimiento en el gueto, para encontrar puntos débiles en las fortificaciones defensivas. De modo que la efectividad de aquellos muros es dudosa